Diario de Brasil, día 7: Rio de Janeiro

VIERNES 24/06/2022

Llegamos a Rio de Janeiro a las 4:30, tras dos horas de vuelo, aprovechando para dormir todo el viaje. La verdad es que el avión era cómodo, de tres filas a cada lado del pasillo, y es que además Flavio había pagado unos 4-5 reais más para disponer de asientos más cómodos. Una vez en el aeropuerto de Río tomamos un taxi que por 90 reais/17€ nos dejó en nuestro hotel. Flavio había reservado un hotelazo llamado Mercure, en plena Playa de Copacabana (las dos noches de hotel costaron 250€ por pareja), pues quería asegurar estar en una zona segura donde pudiésemos pasear con tranquilidad.

Copacabana

En ese momento eran las 6 de la madrugada así que no nos podían dar el cuarto; dejamos las maletas en recepción y salimos a la playa a ver el amanecer. Tengo que decir que ha sido una de los momentos más mágicos que he vivido, no he visto un amanecer con tantos colores como en Río, de hecho las fotos parecen un montaje, ¡¡¡pero son de verdad!!

Amanecer en Copacabana

Buscamos un local para desayunar cerca del hotel, entrando en Pao y companhia, donde hay un buffet libre que va al peso, muy rico. Cada uno pidió un café y un plago, pagando 147 reais/28€. Como aún era temprano dimos un paseo hasta el Fuerte de Copacabana donde había un par de puestos de venta de pescado, curioso.

Copacabana

Allí cogimos un Uber que nos llevó a la base del Corcovado por 3,6€, donde empezaron a atosigarnos un montón de vendedores ambulantes, conductores, merodeadores, etc. Tranquilos, no hacen nada más que molestar, no les hagáis caso y seguid vuestro camino hacia la entrada del tren.

Vistas de Río de Janeiro

Nosotros habíamos comprado entradas por Internet un par de días antes, para subir al famoso Cristo del Corcovado a las 9:20; como llegamos antes intentamos cambiar los tickets para las 9:00 en la taquilla, no poniéndonos ningún inconveniente. Al mostrar el código que habíamos recibido por mail tras la compra, nos entregaron cuatro billetes para coger el tren y entrar a ver el Cristo. Para adquirir las entradas hay que entrar en la web «Tren do Corcovado«, donde hay una variedad de opciones, las nuestras costaron esto que os muestro:

-Flavio y Alessandra por haber nacido en Río 69’5 Reais cada uno (13€)

-Pelayo y yo: 87,5 cada uno, por tratarse de temporada baja (17€)

Subimos inmediatamente al tren cremallera, que inició al poco el ascenso por la empinada ruta. Hay una parada intermedia en el Centro de Visitantes/Tienda/Museo que se llama Paineiras. Nosotros paramos ahí a la vuelta, a la ida subimos del tirón para ver primero el Cristo para evitar aglomeraciones. Cuando llegamos al punto más alto había gente pero no atosigaba. Enseguida aparece la gran estatua, de la que todo humano ha visto miles de imágenes previamente, por lo que fue un momento de esos mágicos que sólo ocurren cuando se visita finalmente uno de estos míticos monumentos (la misma sensación tuve en la Muralla China, Machu Picchu, el Gran Cañón del Colorado o las Pirámides de Egipto).

Cristo del Corcovado

La estatua, de estilo art decó realizada por el escultor francés Paul Landowski, me gustó mucho, pero me la esperaba un poco más grande, pues el tamaño aumenta gracias al pedestal (en total mide 38 metros). Sin embargo me sorprendieron casi más las vistas desde allí, creo que las vistas de Río desde lo alto del Corcovado son de las más impresionantes que he podido contemplar.

Vistas desde el Corcovado

Desde allí se ve la ciudad de Río al completo, la Bahía de Guanabara, el lago Rodrigo de Freitas, el Parque Nacional de Tijuca, la piedra de Gávea, el cementerio, el Pao de Açúcar, etc. Dentro del Cristo hay una pequeña capilla. Tras un rato tomamos el tren de vuelta, parando en el Museo, que no nos pareció de mucho interés. En su bonita terraza con vistas tomamos cuatro cervezas (60R/11’3€).

Al llegar a la base pasamos nuevamente de todos los vendedores, contratando un Uber que nos vino a buscar y nos dejó en Praia Vermelha por 15R/2’8€. La playa es pequeña pero espectacularmente bonita, un lugar realmente idílico que Flavio conocía porque había vivido en la zona.

Nos acercamos hasta allí con la intención de comer en un restaurante que conocían ellos llamado Terra Brasilis, que se encuentra dentro de un Club Deportivo militar; el local es enorme pero se come muy bien y atienden rápido. Nos pusimos a la cola y al poco nos asignaron una mesa. Esto fue lo que pedimos:

-bolinhos de feijoada

Terra Brasilis

-mineirinho para Flavio (carne de buey deshilachada con polenta)

Terra Brasilis

-moqueca mixta de pescado y camarones para Alessandra y Pelayo, acompañada de farofa, salsa y arroz (riquísima y abundante)

-sertaozinho para mí (arroz, frijoles, carne seca)

Terra Brasilis

Flavio y Alessandra pidieron unos churros con dulce de leche de postre, nosotros ya no podíamos más. Para beber pedimos seis jarras de cerveza, dos aguas con gas y cuatro cafés, pagando 488R/92€, es decir, 23€ por persona, un lujo.

Tuvimos que abandonar rápidamente el restaurante, pues habíamos comprado entradas con visita guiada al Bondinho a las 14 horas y faltaban sólo unos minutos. El Bondinho es el teleférico que sube al Pao de Açúcar y también ofrece una serie de variedad de entradas, nosotros nos decantamos por la visita guiada por lo que subiríamos acompañados por el guía (pagamos tres entradas a precio normal, 195R/36€ por persona, y uno para mí con la tarjeta de la universidad, con descuento, por 97R/18€).

El Bondinho al parecer es el teleférico más antiguo del mundo que todavía sigue en funcionamiento y consta de dos tramos, que se cubren en dos cabinas distintas, de una duración aproximada de 3 minutos cada uno. El primer tramo desde Praia Vermelha a Urca se inauguró en 1912 y el de Urca al Pao de Açúcar en 1913. Con los años tuvo que ser ampliado y reformado, encargándose principalmente Giuseppe Pellegrini, terminando la obra en 1972. La línea une los morros de Babilonia y Urca, cubriendo una longitud de 1400 metros, con unas vistas espectaculares. Al parecer el morro de Urca y el de Pan de Açúcar son formaciones graníticas que se formaron durante el proceso de colisión continental que dio origen al supercontinente Gondwana hace 560 millones de años.

El guía, llamado Gabriel, nos recibió y nos condujo a una sala de espera donde nos entregaron dulces y una botella de agua a cada uno. La visita duró poco más de una hora, cuando en la web ponía que era de 1’5 horas, y la verdad creo que no mereció la pena pagar la diferencia, pues el guía no aportó mucho a la visita (la entrada normal eran 130R/25€). Si hubiésemos ido solos hubiésemos hecho prácticamente lo mismo y lo que ponía en los carteles informativos lo hubiésemos leído nosotros directamente.

Vistas desde el Bondinho

El guía fue haciendo paradas en el camino para dar información sobre la construcción del teleférico, detalles geológicos de la zona, etc (toda ella recogida en los carteles que fuimos encontrando) y, una vez arriba, se despidió. Nos paseamos entonces libremente por todo el recinto y además, con la pulsera roja que nos dieron al entrar, teníamos preferencia de paso a la hora de coger los distintos tramos de teleférico, así que no teníamos que hacer las colas. En cuanto la cabina se llena de gente arrancan, por lo que las esperas no llegaron a ser realmente largas en ningún momento.

En la primera parada hay expuestos dos vagones del antiguo Bondinho (rinden homenaje a Augusto Ferreira Ramos, ingeniero brasileño del primer teleférico), el helipuerto turístico (despegan y aterrizan constantemente helicópteros que vuelan sobre la ciudad, podéis ver un pequeño vídeo aquí), varios bares con DJ, zona de compras, restaurantes y una pequeña exposición.

En la segunda parada hay unas espectaculares vistas además de más tiendas, cafeterías, etc. En ese punto se puede dar un pequeño paseo por entre la vegetación de la colina, pero no es muy alentador que varios carteles alertan del peligro de toparse con animales venenosos, sin concretar más.

Atardecer desde Urca

La verdad es que la visita es obligada, las vistas son impresionantes, mires a donde mires, pocos lugares en el mundo tienen esta magia… Tras unas dos horas iniciamos el descenso y aprovechamos para dar un paseo por la mureta de Urca, desde donde hay una bonita puesta de sol. Nos sentamos en un local llamado Garota de Urca a tomar algo en su terraza: agua de coco, agua con gel, cuatro cervezas y unos fritos de tapioca con queso (96’8R/18’27€).

Fritos de tapioca con queso

Tras la larga jornada cogimos un Uber hasta el hotel (16’97R/3’2€) donde por fin nos entregaron las llaves del cuarto y pudimos ducharnos. La habitación era muy bonita, con cómoda cama y limpia, pero muy pequeña. Descansamos desde las 18 hasta las 20, saliendo a buscar un boteco para cenar (como se llama a los tradicionales bares brasileños). Nos decantamos por uno que estaba lleno de gente, no muy lejos del hotel, llamado Boteco Montagu. Esto fue lo que pedimos:

-frango a passarinho (pequeños trozos de pollo frito)

-manjubinhas fritas (pescado)

Boteco Montagu

-contrafile con molho picante y limao (carne en salsa)

Boteco Montagu

-queso provolone frito

Para beber tomamos cuatro cervezas grandes, cinco caipirinhas y caipivodkas de varios sabores (las más ricas fueron la tradicional de lima y la de abacaxi, que es una piña típica de aquí). Pagamos por todo 321’97R/61€, una ganga, además de estar todo riquísimo y preparado al momento. Volvimos al hotel dando un paseo por la playa de Copacabana, con total tranquilidad.

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