Al llegar nos pusimos en la cola de entrada y un guía, llamado Alex, nos ofreció sus servicios por 150 soles si íbamos los cuatro solos o 20 soles por persona si íbamos en grupo de 6-8 personas. Aceptamos y nos esperó dentro del recinto, una vez que nos picaron las entradas. Nos unió con una pareja de brasileños pero a lo largo de la visita se sumaron algunas personas más. La visita duró casi dos horas y media y fue muy interesante y exhaustiva. Al llegar estaba todo nublado, no se veía ni el Wayna Picchu pero menos mal que poco a poco fue abriendo el día y finalmente quedó un día muy soleado (yo incluso me quemé un poco el brazo).
El santuario histórico de Machu Picchu es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1983 y en 2007 fue declarada como una de las 7 maravillas del mundo moderno. Dentro del santuario hay varias especies en peligro de extinción pero también otros yacimientos incaicos mucho menos conocidos. Machu Picchu significa “montaña vieja” en quechua. Se construyó a mediados del siglo XV a 2500 metros. Parece ser que fue una de las residencias de descanso de Pachacutec sin embargo también fue utilizado como santuario religioso. Es una obra maestra de la arquitectura y de la ingeniería, además de estar en un bellísimo emplazamiento, lo que hace que sea uno de los destinos turísticos más visitados del planeta.
Se cree que tuvo una población de 300-1000 habitantes, pertenecientes a la élite de la sociedad quechua. No estaba aislado, como muchos creen, pues varios caminos llegaban a MP. Machu Picchu fue abandonada, posiblemente porque Manco Inca convocó en 1536 a los nobles para exiliarse en Vilcabamba ante la conquista española. Los españoles sabían que existía, pues pagaban un tributo anual que era entregado en Ollantaytambo, pero no hay indicios de que apreciasen su importancia.
Durante la época colonial Machu Picchu se fue volviendo un lugar remoto, alejado de los nuevos caminos por lo que prácticamente se ignoró (no se construyeron iglesias en la zona ni se administró la zona). Sin embargo los aborígenes sabían de su existencia. Una investigación dice que un empresario minero alemán pidió permiso para explotar la zona, obteniendo el permiso del gobierno. Se cree que se llevó todos los tesoros que había en el lugar para venderlos a coleccionistas. Un explorador francés en 1880 intenta llegar al lugar pero no es capaz.
Hiram Bingham, un profesor norteamericano, buscaba los restos incaicos de Vilcabamba y, a través de un arrendatario de tierras llamado Lizárraga llegó a Machu Picchu el 24 de julio de 1911. Cuando llegó al lugar había dos familias de campesinos viviendo en el mismo, usaban los andenes para cultivar y bebían agua de un canal incaico que aún funcionaba. Uno de los niños guió a Bingham por la zona urbana, en ese momento cubierta por la maleza y quedó impresionado. Bingham solicitó inmediatamente el estudio arqueológico de la zona. Trabajó desde 1912 hasta 1915 pero publicó un artículo en National Geographic en 1913. Por lo tanto no descubrió estrictamente las ruinas pero fue el primero en reconocer su importancia, lo estudió y divulgó sus hallazgos. Hay polémica en cuanto a la salida del país de restos arqueológicos y momias para su estudio en Estados Unidos. Parte de estas piezas han empezado a ser devueltas a Perú en 2011.
La zona edificada de MP comprende un área de 530x200metros e incluye al menos 170 recintos. El recinto está dividido en dos zonas principales separadas por un muro de 400 metros, un foso (para drenar la ciudad) y una escalinata:
-zona agrícola: terrazas de cultivo, al sur, muy importantes por la gran pluviosidad de la región. Además hay 5 colcas o almacenes.
-zona urbana: viviendas y zonas donde desarrollaban las actividades civiles y religiosas. Hay una parte reconstruida. La puerta principal al recinto contaba con un mecanismo de cierre interna. Esta zona ha sido dividida por los arqueólogos en sector hanan o alto y hurin o bajo, de acuerdo con la jerarquía andina.
Además en una colina a la que le dieron forma piramidal, con dos escaleras de acceso talladas en la roca, está el Intihuatana (=donde se amarra el Sol), uno de los objetos más estudiados del recinto, relacionado con lugares sagrados relacionados con la astronomía y la luz solar. Al parecer ste reloj solar sufrió un accidente en el año 2000 cuando se rodaba un anuncio de cerveza Cusqueña: una grúa cayó sobre el mismo y rompió 8 cm de la punta. La empresa tuvo que pagar una indemnización.
Todo el material es de granito blanco, procedente de las canteras que había en el entorno del santuario y fueron alisadas por abrasión con arena. Hay evidencias de que la mayoría de las construcciones tenían una capa de arcilla y estaban pintadas de rojo y amarillo. El Santuario Histórico es un área protegida de más de 35.000 hectáreas en la que hay desde nieves perpetuas a más de 6.000 metros hasta selvas tropicales. Se trata así de conservar el hábitat de varias especies de flora y fauna (oso andino, vicuña, quetzal, tucán, gallito de las rocas (ave nacional del país), cóndor, taruka (es un cérvido), puma, tigruillo, coatí, helechos gigantes, más de 200 especies de orquídeas, etc.).
El Wayna Picchu (=montaña joven) está detrás del santuario, a 2600 metros de altura. Sirvió, al parecer, como puesto de vigilancia y punto de comunicación. La escalera para subir está en ciertos tramos tallada en la roca. El ascenso dura alrededor de una hora pero nosotros no compramos la entrada porque Bea no se veía con fuerzas y a Borja le daba vértigo. Compramos, sin embargo, la de la montaña Machu Picchu pero finalmente no nos dio tiempo a subir pues nuestro tren de vuelta a Cuzco salía pronto y preferimos callejear por las construcciones, pues hay lugares escondidos realmente bonitos.
En una de las zonas nos estábamos haciendo jumping fotos y nos echó la bronca uno de los numerosos vigilantes que hay por el recinto. Nos cambiamos de sitio pero volvió al rato y nos amenazó con echarnos, que al saltar estábamos estropeando el suelo (y eso que no estábamos sobre piedras, sino sobre tierra suelta…) así que finalmente nos marchamos de su zona.
Aprovechamos que salió el sol para sentarnos en una de las construcciones a borde de precipicio para comer un bocadillo y demás cosas que llevábamos. Luego subimos a la Caseta del Vigilante, desde donde se dice que hay las mejores vistas, para hacer fotos con sol y admirar el paisaje. Aquí tenéis la crítica en Tripadvisor de Machu Picchu.
Nos dispusimos a salir ya del recinto pero antes fuimos al baño (1 sol) y compramos una botella pequeña de agua en una máquina expendedora (6 soles=1’5 euros). Comenzamos el descenso a pie por el camino empedrado que atraviesa la selva. Es bastante empinado y a tramos con escalones, pero bastante irregulares. A Pelayo y a mí nos llevó hasta el hotel una hora y 7 minutos.
Pasamos por delante del jardín botánico, en donde tienen una gran cantidad de orquídeas, pero no nos daba ya tiempo a verlo, una pena. Borja y Bea se fueron quedando atrás y al final tardaron 1 hora y media. Hay que decir que el entorno es casi tan bonito o más que el santuario, además el camino atraviesa el río Urubamba y luego lo bordea. Al llegar a Aguas Calientes nos bebimos casi un litro de bebida isotónica que compramos en una tienda, pues con la humedad del ambiente se suda muchísimo. Una vez en el hotel, Milagros nos dejó ducharnos en una de las habitaciones pagando 10 soles/persona. Mientras Borja y Bea se duchaban, Pelayo y yo repartimos las cosas en las mochilas para llevarnos una sola para la selva, como nos había recomendado Cleison. Crítica del HOTEL ECO INN en Tripadvisor.
Comimos en un restaurante que nos recomendó Milagros llamado LA ESTACIÓN, en Aguas calientes. Pelayo y yo pedimos para compartir ensalada de palta y lomo saltado. Borja pidió una pizza y Bea espaguetis a la boloñesa. El local era tradicional, con horno, por lo que les pedimos que se diesen prisa porque sino perdíamos el tren. Para beber agua y Cusqueñas. Nos cobraron 176 soles de los cuales eran 28 de tasas. Parece ser que en los restaurantes de Aguas Calientes se aprovechan de los turistas y les cobran una tasa, a pesar de que la noche anterior no nos cobraron nada. No os lo recomiendo porque fueron bastante lentos, a pesar del aviso, y el servicio muy malo. La comida correcta, nada reseñable.
A las 14:00h entramos dentro del recinto de la estación y al poco ya nos llamaron para pasar al andén. Esta vez nos tocó en el vagón G los 4 juntos. Yo dormí unos 15 minutos pero Pelayo durmió sobre 1 hora. Cuando llegamos a la estación de Ollantaytambo se suponía que tenía que estar Cleison esperando por nosotros, pero allí no había nadie. Le escribimos un mensaje pero no respondió. Por fin tras un buen rato apareció y con dos rosas que nos ofreció a Bea y a mí.
Subimos hasta Ollantaytambo caminando la cuesta y al llegar al pueblo quiso llevarnos a dar un paseo para conocer el pueblo. Borja y Bea estaban muy cansados así que se quedaron con las mochilas de los cuatro en un bar tomando algo. Cleison, Pelayo y yo dimos una vuelta por el pueblo, que tiene mucho encanto. Muchas de las bases de las casas aún son muros incaicos y además hay unos canales de agua que recorren todo el pueblo con agua que baja directamente de las montañas (por la que los habitantes no pagan ningún tipo de impuesto, es totalmente gratuita).
Volvimos al bar y pedimos una Cusqueña grande para compartir entre los tres (9 soles) que pagamos Pelayo y yo. Caminamos hasta la plaza del pueblo y así cogimos una combi que iba llena de gente del lugar, sobre todo mujeres con bonitos trajes y sombreros típicos. Además iba un chaval borracho perdido que gracias a dios se durmió todo el viaje y, al llegar al destino echó la papa fuera ya de la furgoneta. Las maletas fueron en la baca atadas con una red. Tardamos en llegar Urubamba sobre una media hora y allí cogimos una furgoneta más nueva y grande hasta Cuzco. El conductor no hacía más que cafradas, menudo viaje…
Al llegar a Cuzco cogimos un taxi hasta el hostal que habíamos reservado para el día 23. Como el taxista llevaba el maletero lleno tuvimos que meternos los cinco y las maletas en la parte delantera, fue horroroso. En el hostal dejamos cada pareja una maleta en consigna y una bolsa de ropa sucia para que estuviera lista a la vuelta de la selva. Tuvimos que dejar una señal de 100 soles, de lo que nos hicieron el pertinente recibo. Ya íbamos un poco justos de tiempo, pues el bus a Puerto Maldonado salía en breve pero aún así Cleison se emperró en llevarnos a cenar a una picantería que había cerca de la Plaza de Armas, llamada EGOS, en vez de comprar un bocadillo para llevar (imagino que tantas ansias era para que lo invitáramos nuevamente…).
Tomamos una sopa de sémola de primero con verduras, cilantro y papas fritas. Era tan abundante que yo ya habría cenado con eso sólo… De segundo milanesa o trucha frita (yo pedí trucha). Para beber agua y cerveza, además de varias botellas para llevar en el bus. Llegó la hora de pagar, siendo 11 soles por persona, muy rico todo y abundantísimo. Crítica en Tripadvisor de la picantería Egos.
Cogimos rápidamente un taxi hasta la estación de buses. Una vez allí ya pasamos a los andenes, entregamos las maletas (de lo que te dan un resguardo para luego recogerlas en el destino), nos despedimos de Cleison y subimos al bus. No era muy nuevo pero los asientos se reclinaban hasta 170º (ojalá hubiera estos buses en España..); además nos dieron un picnic con medio sándwich de queso y dulce de guayaba y una cocada, un vaso de agua o gaseosa. En el baño sólo se puede hacer aguas menores, según lo que avisó una azafata, para evitar malos olores. La noche fue durilla porque hacía muchísimo calor y no dormimos nada bien, además del barullo de la gente que iba al baño, pues íbamos sentados al lado de la puerta y el velocímetro que teníamos delante, pues pitaba cada vez que el bus pasaba de 90km/h.
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