Nuestro viaje en autobús con destino a PUERTO MALDONADO se desarrolló sin incidentes. A las 5 de la mañana quise ir al baño y no era capaz de abrir la puerta del compartimento, menos mal que al otro lado del pasillo iba sentado un señor que parecía un Marquesón por como iba vestido y que, afortunadamente se despertó y me ayudó a abrirla… Desayuné el picnic que nos habían dado como cena y luego conseguí volver a dormir. Me despertó Pelayo a las 7am cuando estábamos a punto de llegar a Puerto Maldonado. Esta población es la capital del Departamento de MADRE DE DIOS (el menos poblado del país) y lleva el título oficial de Capital de la Biodiversidad del Perú debido a la variedad de flora y fauna que hay en la zona. Este departamento está cubierto por completo por la Amazonía y limita con Brasil y Bolivia. Puerto Maldonado se encuentra en la confluencia del río Madre de Dios y el río Tambopata.
Al bajar del bus ya nos esperaba Saturnino, que es bastante más guapo que en la foto que aparece en su web. Es el padre de Cleison, encantador y amabilísimo. Su email es: myjungleexpeditions@hotmail.com pero también podréis contactar con él a través de su hijo Cleison. Yo conseguí el contacto y oí hablar de él en la web de LOS VIAJEROS, que siempre os recomiendo vivamente, si es que no la conocéis ya. Antes de organizar cada viaje miro siempre en esta web opiniones y diarios de viajes de personas que ya han estado en el destino para orientarme un poco.
Nos subimos los cuatro con las mochilas en un taxi y Saturnino iba detrás en una mototaxi. Paramos en el mercado para comprar factor solar (pues se nos había acabado), cosa que nos costó encontrar, pues en casi ninguna botica tenían. Finalmente encontró Borja un bote por 18 soles. El taxi nos dejó en un embarcadero del puerto en donde ya estaba Saturnino. Allí estaba la barca en la que pasaríamos 3 días. Subimos las mochilas y nos sentamos a esperar a Bryan, el hijo de Saturnino, que también nos iba a acompañar. En la barca de Saturnino hay prismáticos y guías con todo tipo de animales con el fin de que los reconozcamos. La construyó él con sus manos y puede parecer poca cosa al principio pero luego vimos que cabía de todo y dio un servicio estupendo.
Una vez que llegó Bryan arrancamos y empezamos nuestro viaje por el río Madre de Dios, dejando atrás Puerto Maldonado y su puente rojo que atraviesa el río (con 700 metros de largo). Navegamos el río Madre de Dios rumbo a Bolivia con destino a la ISLA DE LOS MONOS. Saturnino nos puso un buen desayuno durante el viaje: mermelada, mantequilla, queso en lonchas, mate, café en polvo, leche en polvo, tostadas, etc. Fue todo un lujo.
El río Madre de Dios tiene una longitud aproximada de 1150 km que pertenece a la cuenca del Amazonas. Tiene gran caudal y muy buena navegabilidad. El río Tambopata, uno de sus afluentes, tiene 350km de largo. Son famosas las puestas de sol en Madre de Dios por las neblinas multicolores y los reflejos en el agua, cosa que efectivamente pudimos comprobar, son verdaderamente impresionantes. La primera parada fue en la isla de los monos, para lo cual Bryan esperó en la barca y nosotros nos adentramos en la selva con Saturnino. Llegamos, tras una breve caminata, al lugar indicado pero alguien ya había estado allí recientemente y había dejado fruta para los monos, por lo tanto no apareció ninguno porque ya no tenían hambre.
Volvimos a la barca y navegamos hasta la RESERVA ECOLÓGICA TARICAYA (taricaya es un tipo de tortuga que hay en la zona). Dimos un paseo de alrededor de 3 horas por la misma con Saturnino y Bryan. La reserva es privada y cuenta con casi 500 hectáreas. Fue creado en 2001 por una organización sin ánimo de lucro con el fin de conservar la biodiversidad. El centro funciona con voluntarios de todo el mundo. En 2004 se puso en funcionamiento el centro de rescate de animales para aquellos que aparezcan enfermos, desnutridos, etc., con el fin de que vuelvan a su hábitat natural.
Durante el paseo Saturnino nos contó las propiedades medicinales de algunas plantas que nos fuimos encontrando (lupuna que es un árbol que según él cuida muchos males y es muy importante en la cultura amazónica, otros para el riñón, reuma, etc.). Yo toqué un árbol y Saturnino me quitó corriendo la mano; resulta que esa especie está infestada de hormigas que muerden y te dejan varios días la zona dolorida, así que me salvó de una buena, de hecho luego me fijé y sí había bastantes hormigas correteando por la corteza, menos mal que casualmente toqué un trozo libre… En la selva los negados como yo no debemos de tocar nada. Además vimos plantas caminantes, otras que matan toda la vegetación que hay alrededor, etc. En cuanto a fauna, Saturnino hizo salir una tarántula de su cueva con el movimiento de un palo en la entrada de la misma; a mí me impresionó porque era enorme, negra y muy peluda.
Subimos al Canopy Walk, que es un puente con base de madera y soporte de cuerdas, que lleva a una plataforma sobre un árbol de lupuna de casi 300 años. Está a 45 metros de altura por lo que la subida no es fácil, sobre todo para el que tenga vértigo. Desde allí hay unas bonitas vistas de la selva, todo lleno de copas de árboles y pájaros. Pelayo tuvo que ayudar a Bea a subir porque le daba miedo pero al final lo consiguió.
Al bajar fuimos a visitar a los animales que tienen en el centro de recuperación: un jaguar hembra que se llama Preciosa (lleva allí desde bebé y parece ser que ya no es aconsejable soltarla) a la que pude tocar desde la reja porque Saturnino tiene trato con ella desde que llegó y lo reconoció enseguida, de hecho se puso toda contenta al verlo), un puma, varios ocelotes, monos, tapires, cerditos, monos, aves, etc. Fue genial.
Comimos en el restaurante que tiene la reserva para sus voluntarios, que se llama AMAZON PLANET, en donde Saturnino tenía el menú contratado: un plato con arroz, papas, pollo, verduras y salsa de tomate. De postre unos trozos de manzana con carambola bañados en chocolate y para beber chicha morada. Aprovechamos para ir al baño, lavarnos los dientes y después volvimos al barco. Aquí está la crítica en Tripadvisor de Amazon Planet.
Esta vez tiramos contracorriente, por lo que tuvieron que poner los dos motores a funcionar. Nos llevaron a ver una tribu de aborígenes que viven en una de las zonas del río (los sheja o algo así). Estaban ataviados con trajes muy simples de color blanco, aparentemente algodón, pero luego nos explicaron que el material proviene de la corteza de un árbol que crece en la selva. Nos enseñó lo que beben, qué comen (productos naturales de la selva, la mayoría apenas cocinados), nos presentó a una de sus cinco mujeres y a alguno de sus catorce hijos. Cantó, bailó en su lengua y nos puso un nombre a cada uno: a Pelayo algo que significaba calvo (a pesar de que tiene muchísimo pelo), a Bea establo, achuchaina para mí (=flor) y a Borja no me acuerdo. Uno de sus hijos hizo fuego con un palo frotando restos de corteza que usan para vestirse.
A continuación te piden que si les quieres ayudar que compres alguna de las artesanías que tienen, pues con ese dinero pueden comprar material escolar para los niños y medicinas (según nos contó es para lo único que usan el dinero). Compramos varias pulseras y collares que fabrican con semillas de plantas, algunas incluso coloreadas con tintes naturales (5 y 10 soles respectivamente=1’5 y 3 euros). Son bien bonitas y un año después no han desteñido nada. Compramos por valor de 40 soles pero como dijeron que no tenían cambio de 50 al final tuvimos que coger un collar más. Nos despedimos de los nativos y continuamos con nuestro viaje por el río Madre de Dios y no paramos hasta que ya empezó a anochecer. Saturnino pidió permiso a los dueños de las tierras para acampar allí esa noche a lo que no se opusieron.
Saturnino y Bryan ataron el barco y se pusieron a preparar la cena. Mientras tanto Pelayo y yo aprovechamos para bañarnos en el río, pues habíamos sudado muchísimo durante todo el día y yo no quería dormir así. El agua es muy marrón por la tierra que hay en suspensión pero no tiene contaminación, pues baja directamente del deshielo de los picos de los Andes. Saturnino nos dijo que intentásemos no pisar el fondo porque estaba muy embarrado y podía haber rayas (que al pisarlas te pueden inyectar veneno con la cola) así que nos tiramos por la borda ayudándonos de la tabla de madera que usan para bajar del barco cómodamente. Borja y Bea nos miraban desde el barco pero no se atrevieron a meterse. El agua estaba fantástica y el baño nos sentó fenomenal.
Anocheció enseguida y el cielo se plagó de estrellas que yo estuve observando un buen rato con los prismáticos. La vía láctea se veía fenomenal pero lo más brillante era un planeta, quizás Venus. La cena estaba buenísima: arroz, papas, pollo con salsa de tomate que estaba deliciosa, y de postre piña. Tuvimos que comer a oscuras para que no nos acosasen los mosquitos. Tras la velada pasamos a tierra y Saturnino junto con Bryan nos ayudaron a montar las dos tiendas de campaña. Nos trajeron unos colchones finitos y unas sábanas para dormir que no eran demasiado apetitosas dado que olían mucho a humedad. Nosotros de todos modos habíamos comprado sacos sábana en Decthlon para esta ocasión.
Hay que tener mucho cuidado al meterse en la tienda porque no se puede entrar con el frontal encendido, pues atraes a todos los mosquitos que andan pululando. Antes de dormir nos untamos con antimosquitos extrafuerte y también echamos dentro de la tienda. Aún así a mí me picaron todas las noches (a pesar de estar tapada y dormir vestida) y también todos los días… A Bea también la acribillaron, sin embargo a Pelayo le picaron tres y a Borja ninguno. Tuvimos que llevar desde España las pastillas de Malarone para evitar la malaria (por cierto, valen una pasta, mejor si las conseguís con receta o en una farmacia militar), por lo tanto comenzamos a tomarlas un día antes de llegar a la selva y en teoría hay que continuar hasta siete días después pero la única que siguió el tratamiento completo fui yo. Estas pastillas son bastante fuertes y se toman una vez al día acompañándolas con algo de comida para que no te revienten el estómago. Además provocan diarrea (yo estuve fatal, pero creo que no sólo fueron las pastillas…).
Nos metimos cada pareja en una tienda y Borja y Bea no paraban de discutir, no conseguían acomodarse. Se quejaban del ruido de bichos que hay alrededor, de hecho se oyeron claramente unos pasos justo al lado de las tiendas pero no supimos si eran de persona o de animal. Esto provocó el terror de Borja y Bea, que pidieron a Pelayo que durmiera con ellos… De hecho Borja buscó la navaja durante un buen rato en su mochila, pues es el desorden hecho persona, y cuando la encontró durmió con ella en la mano por si tenía que atacar a alguien. Yo tardé un rato en dormirme, pues había muchísimo ruido y hacía demasiado calor. Al final dormí bastante bien salvo porque me desperté alguna vez por el intenso ruido de los animales y una vez por el de Borja y Bea discutiendo, pues ella quería salir a hacer pis y él no quería acompañarla. Cuando por fin salió, acompañada, parece ser que vieron a dos bichos corriendo y montaron un barullo que yo creo que asustó hasta a los mosquitos del lugar. El ruido que se escucha por la noche en la selva es verdaderamente intenso y nuevo para alguien que viene de tan lejos como nosotros.
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