Castro de Santa Tecla, La Guardia y Oia

El 17/08/2016 volvimos a visitar, tras muchos años, el CASTRO DE SANTA TECLA, uno de los máximos exponentes de la cultura Castrexa/Castreña. Me llevé una grata sorpresa, pues la excavación avanzó enormemente y ahora hay muchas más construcciones a la vista. Este asentamiento fue catalogado como Monumento Histórico Artístico Nacional en 1931 y además está considerado como Bien de Interés cultural.
Desembocadura del río Miño
 
Llegamos a La Guardia a media mañana y subimos al Monte de Santa Tecla, que se encuentra a una altitud de unos 350 metros. Hay que pasar un control en el que hay que pagar un euro por persona, pudiendo salir y entrar varias veces a lo largo del día con la misma entrada. Nosotros aprovechamos, ya que hay algunas mesas de piedra, para llevar bocadillos y comer allí.
Vistas de La Guardia
 
Primero subimos al punto más alto, desde el que hay unas impresionantes vistas de la desembocadura del río Miño, Portugal al otro lado, y el vasto Océano Atlántico. Ese día estaba el cielo ligeramente nublado pero aún así pudimos disfrutar del paisaje.
Océano Atlántico
 
Justo en la base de las escaleras que suben al mirador se encuentra el Museo, el cual fue creado gracias a la “Sociedad Pro-Monte” a principios del siglo XX. En él podréis observar restos de cerámica, objetos de vidrio, bronce, plata, monedas, labras, esculturas, torques, fíbulas, cuentas, joyas, etc., que fueron hallados en la zona a lo largo de las distintas campañas de excavación. El edificio, construido en 1950, fue diseñado por el famoso arquitecto Antonio Palacios. Antiguamente se encontraba en La Guardia pero fue trasladado a la cima del monte, muy cerca del asentamiento.
Museo
 
En la recepción del Museo nos informaron sobre las visitas guiadas gratuitas que hay a lo largo del día: a las 12, 17 y 18:30 horas. No hay que apuntarse, sólo presentarse en la zona del castro en la que hay un par de viviendas restauradas (las reconoceréis porque son las únicas que tienen techo) a la hora interesada. Decidimos comer y hacer después la visita de las 17. Por cierto, en esta zona alta hay un par de restaurantes en los que se puede comer o tomar un café.
Tras la visita al museo bajamos hasta una gran mesa de piedra que hay en una curva de la carretera, un poco más arriba del Castro, con el fin de comer allí. Aparcamos el coche justo al lado y desplegamos las viandas. Las vistas de La Guardia desde ese punto son espectaculares.
Vistas de La Guardia desde el Monte de Santa Tecla
 
Tras acabar de comer bajamos hasta La Guardia y nos dimos una vuelta por este precioso pueblo. Hay un puerto y una pequeña playa, además de múltiples restaurantes. Tomamos café en una terraza y disfrutamos de las vistas.
La Guardia
 
Un poco antes de las 17 horas tomamos nuevamente rumbo al monte de Santa Tecla; esta vez había bastante cola de coches para entrar en el recinto. Le enseñamos al señor del control las entradas y nos dejó pasar sin problema.
Castro
 
A las 17 horas apareció una guía que reconocimos por el chaleco reflectante que llevaba así como una tarjeta acreditativa. Se llamaba Sara y durante una hora nos dio explicaciones sobre el yacimiento, muy claras y amenas, nos pasó el tiempo volando. Por lo que nos explicó, el castro se encontró de casualidad a principios del siglo XX, cuando se iniciaron las obras de construcción de la carretera que sube a lo alto del monte de Santa Tecla.
Tras las últimas excavaciones, dado que aparecieron construcciones superpuestas a otras más antiguas, parece que el castro es más antiguo de lo que se pensó en un primer momento (siglo II a.d.C), apuntando las últimas teorías hacia el siglo IV a.d.C..
Ultima zona excavada
 
A lo largo de las diferentes épocas de estudio del castro y alrededores se han ido encontrando piezas del Paleolítico, Neolítico y Edad del Bronce, lo que demuestra que la zona fue habitada desde hace muchos siglos. El asentamiento se encuentra cerca de la cumbre del Monte de Santa Tecla, de gran importancia estratégica, pues desde allí se controla gran parte de la costa y la desembocadura del río Miño (que era más fácilmente navegable en esa época).

Las construcciones no se distribuyen aleatoriamente, como puede parecer a simple vista, sino según unidades familiares. Cada unidad que incluía, en general, varias viviendas, almacenes (a veces con una entrada en altura para evitar la humedad y los animales), talleres, cuadras para animales de tamaño medio como ovejas, etc., (ya que las vacas y caballos permanecían fuera del recinto) y pequeñas conexiones entre ellas. Varias calles, a veces incluso empedradas o con escaleras, unían estos grupos familiares, además de plazas donde se reunirían los habitantes y zonas de basureros o concheiros. En la plaza más grande, de forma cuadrada, se halló un túnel de cinco metros de profundidad, pudiendo estar relacionado con el culto de sus habitantes. También se aprecian receptáculos en los que acumulaban agua, seguramente de lluvia.

Castro
 
Las construcciones más antiguas son redondas u ovaladas mientras que las más modernas toman forma cuadrada debido a la posterior romanización. Disponían de una zona de entrada o vestíbulo (en donde a veces había un horno) y una estancia donde se encendía lumbre para cocinar y mantener la estancia cálida. Además podía haber bancos, muebles y altillos de madera con una utilidad que no está todavía clara. Hay un par de ellas que están completamente restauradas, incluyendo un techo que fabricaban normalmente con centeno y se le aplicaba barro por encima, además de cuerdas con peso para que no volase, pero no está claro si era cónico, de dos aguas o de otra forma.
La piedra de los muros al parecer no estaba a la vista, sino que se le aplicaba cal e incluso pintura (se encontraron restos de color azul y rojo). En una de las viviendas reconstruidas hay una ventana, lo cual fue un error, pues en aquella época todavía no había cristal como lo entendemos ahora y un hueco hubiese permitido la entrada de viento y frío. En la entrada se colocaban puertas de madera, incluso con goznes tallados en la piedra. A los lados del dintel a menudo había labras con diversos dibujos, algunos muy conocidos hoy en día.
Labras en el Museo
 
El poblado, uno de los más grandes de la zona noroeste, estaba amurallado, con cuerpo de guardia incluido, y contaba con al menos dos entradas (una al Norte y otra al Sur). De un extremo al otro del poblado hay alrededor de 700 metros. Al parecer sus habitantes se dedicaban a la agricultura, pesca, marisqueo y comercio, pues encontraron restos de semillas, anzuelos, conchas y numerosos objetos de procedencia foránea. La parte que está aún por restaurar es la más protegida, por lo que podría pertenecer a una clase superior, apoyada esta teoría además por el hecho de que el 80% de los objetos que se encontraron en esa zonae fueron traídos de fuera. Indicio de ello son las numerosas ánforas, principalmente de vino y aceite, así como las monedas romanas de distintas épocas que aparecieron en el asentamiento.
El castro, sin embargo, fue abandonado poco a poco, dado que la vida en las zonas bajas era más sencilla, pues era más fácil cultivar la tierra y se obtenían mejores rendimientos. La guía nombró a Cayetano de Mergelina y Luna, catedrátido de la Universidad de Valladolid a principios del siglo XX, encargado de dirigir varias de las excavaciones de la zona, descubriendo gran cantidad de viviendas. Al parecer muchos de sus trabajos y notas sobre el tema se quemaron cuando ardió una de las bibliotecas universitarias, una desgracia. En la actualidad se han retomado estos trabajos de excavación y restauración, pues aún quedan zonas por investigar.
Vista de la desembocadura desde el Castro
 
En un extremo del poblado se pueden además observar varios petroglifos, de tipo simbólico (cazoletas, laberintos, círculos concéntricos, líneas, etc.), cuya edad estimada es de 4.000 años. Es una pena no poder verlos con luz rasante al atardecer, porque a pleno día no se apreciaban demasiado los detalles. Hay un cartel explicativo que os ayudará a encontrar las localizaciones exactas.
Tras la interesante visita abandonamos La Guardia en dirección a Pontevedra, siguiendo la preciosa carretera de la costa. Paramos en Oia para ver su famoso monasterio, Santa Maria de Oia, que perteneció a la orden del Císter. Al parecer, y según relatan en su web, va a ser transformado en un hotel y centro de talasoterapia.
Santa Maria de Oia
 
Entramos a ver el interior, aprovechando que estaba abierto, pero no pudimos ver más que la iglesia. El claustro, los jardines y demás estaban cerrados.
Oia
 
Aprovechamos para dar una vuelta por Oia, un pueblecito que no conocíamos y que nos sorprendió por lo bonito de sus casas de piedra.
Oia
 
Encontramos un lugar magnífico para tomar algo llamado CASA PUERTAS, el cual os recomiendo vivamente. Tiene una terraza enorme de césped, con una pequeña pista de fútbol y columpios para que los niños no se aburran. Las vistas del monasterio desde allí son impresionantes y las meriendas que sirven igual. Nosotros pedimos tarta de chocolate, empanada de manzana y churros.
Casa Puertas
 
A continuación llegamos hasta Baiona, pasando por la Virgen de la Roca, también obra de Antonio Palacios, y por el espectacular Parador de Baiona. Es un lugar que nos encanta pero como ya era tarde volvimos a casa sin parar; si no conocéis esta zona de costa del sur de Galicia creo que bien merece una visita.

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