MARTES 15 SEPTIEMBRE 2020
Nos despertamos sobre las 10 en nuestra estupenda habitación del Hotel Exe Tartessos, después de dormir como marqueses, dada la comodidad de la cama y a la buena insonorización (a pesar de que la ventana da a una calle peatonal no se escucha nada). Aquí podéis ver más fotos de este estupendo hotel.
Bajamos a la calle y justo al lado estaba un local que nos habían recomendado para desayunar: Tartería Las Alemanas. Pedimos dos desayunos con mollete, aceite, tomate, zumo y a mayores un croissant, pagando por todo 7,1€. Nos lo tomamos tranquilamente en la terraza, viendo pasar a la gente por la calle.
Tras el estupendo desayuno cogimos el coche y nos dirigimos a Moguer, con el fin de visitar la Casa Museo de Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de Literatura en 1956. Había llamado esa misma mañana y había reservado dos plazas para visitarlo a las 12. Cuando llegamos aparcamos prácticamente en la puerta, cosa que me chocó porque la chica por teléfono me había dicho que era peatonal. Nos bajamos y entramos en el supuesto museo pero una señora nos informó que estábamos en la Casa Natal y que nosotros habíamos reservado para la Casa Museo. Como no estaba muy lejos una de la otras dejamos allí el coche y caminamos hasta la Casa Museo, que efectivamente estaba al lado del Ayuntamiento y no se podía aparcar en la propia calle. Así pudimos ver una parte de Moguer, con casas blancas bajas, y su Teatro Felipe Godinez. Las entradas costaron 3,5€ y 2,5€ (la mía con el descuento universitario).
Primero proyectaron un vídeo y a continuación seguimos el itinerario por las estancias de la casa, valiéndonos del audioguía que está en la web (con nuestros propios teléfonos). Fue la tónica general en todas las visitas que realizamos durante el viaje; hubiera sido interesante llevar unos cascos, pues había momentos en que se acoplaban los audios de varios visitantes y era bastante desagradable.
Es una visita muy bonita: biblioteca, despachos, dormitorios, patio, etc., de la casa donde vivió el autor con su esposa Zenobia, pudiendo conocer más sobre esta interesante pareja. En el patio hay una estatua que hace honor a su obra más conocida en el mundo entero, Platero y yo. Aquí podéis leer un resumen de la interesante vida del escritor y aquí más fotos del Museo.
Al salir volvimos hasta la Casa Natal de Juan Ramón, en Calle Ribero, y la chica que allí estaba en recepción, llamada Oliva, nos dio unas explicaciones muy interesantes sobre Juan Ramón. La verdad es que ambas visitas se complementan, son muy recomendables. En la Casa Natal además hay exposiciones de pintura y otras temporales en las plantas altas; la entrada vale 1€/persona.
Allí explican cómo la familia Jiménez vino desde La Rioja, donde comerciaban con vino (el primer hermano se establece en Huelva sobre 1851). Con el tiempo los hermanos Jiménez tuvieron participaciones en negocios tan dispares como banca, ferrocarril, vinagres, aguardientes, perfumes, importación e bienes a Europa, etc, integrándose en la burguesía onubense e incluso ocupando algún que otro puesto político. Allí por donde iban eran queridos, dadas sus labores altruistas. Uno de los hermanos, Víctor, tras enviudar se casó en segundas nupcias con una joven de Moguer, Purificación, y de esa relación nació Juan Ramón en 1881.
En la parte alta del edificio hay una terraza desde la que hay unas bonitas vistas de Moguer y alrededores. Aquí podéis ver más fotos de la visita.
Tras ambas visitas conocimos un poco más de Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón. Hija de español y puertorriqueña, era una fiel representación de la mujer moderna de principios del siglo XX. Fue educada entre España y USA, por lo que hablaba ambos idiomas con igual fluidez. Era conocida por sus negocios (exportación de productos españoles a USA, alquiler de inmuebles, etc.), pero también por su gran ayuda a los desfavorecidos. Publicaba artículos, tradujo al español numerosas obras de Rabindranath Tagore, decoraba casas privadas y Paradores, fue profesora en el Pentágono y un par de Universidades extranjeras, etc. Como dato curioso, resultó ser una de las primeras mujeres en conseguir en España el carnet de conducir. También se volcó con la obra de su marido, pues era quien ordenaba, clasificaba, pasaba a limpio, etc. Ambos me parecieron personas tremendamente cultas e interesantes.
Llegó la hora de comer y yo tenía anotados varios sitios pero le preguntamos a Oliva, quien nos recomendó comer en el Restaurante La Parrala, cerca de la Plaza del Ayuntamiento, y así hicimos. Al parecer el nombre del local hacía honor a Dolores Parrales Moreno, conocida como La Parrala, antigua cantante de flamenco que al parecer llegó a ser muy conocida en la época (nació en Moguer a mediados del siglo XIX).
Al llegar tomamos un vermú de la zona, llamado Onuba (de Bodegas Infante, en La Palma del Condado, y que al parecer sigue una antigua receta de la zona con ajenjo y otros botánicos), con una tapa de huevas con mayonesa (yo le pondría un poco menos de mayonesa…). Posteriormente nos sentamos en una mesa para comer, siguiendo las recomendaciones del camarero, que resultaron estupendas:
-Huevas de choco
-Rabo de Toro
-Raya
-Postres: helado de turrón y galletas fritas rellenas de vainilla.
El vino que nos aconsejó era Garay Prásino, elaborado en la zona con Listán blanco, buenisimo. Para acompañar al postre probamos un típico vino naranja del Condado de Huelva, concretamente de Bodegas Iglesias (en Bollullos del Condado). Al parecer el Vino Naranja del Condado de Huelva se obtiene con vino o mosto, certificado por el Consejo Regulador, al que se le añade cierta cantidad de alcohol vínico que previamente se ha dejado macerar con cortezas de naranja amarga. Se envejece por el sistema de criaderas y solera durante al menos dos años.
Pagamos por todo 53,9€, que nos pareció estupendo. La comida, casera, estaba exquisita, preparada con gran cariño, raciones abundantes y el personal muy amable, es un sitio para repetir sin duda (aquí podéis ver más fotos de La Parrala). El vino blanco nos gustó tanto que escribí un mail a Bodegas Garay, en La Palma del Condado, para ver si podíamos visitarlos al día siguiente.
En la mesa de al lado había una señora con un chico y al final acabamos charlando con ellos. Ella, llamada María Jesús, era profesora de Historia ya jubilada, y él, Daniel Blanco Parra, antiguo alumno. Él había sido Periodista pero actualmente se dedicaba a escribir novelas. Llevaba cuatro publicadas, siendo la última «Como era en un principio», y que yo compré esa misma noche en Amazon para mi e-book; tengo ya ganas de empezarlo.
Nos tomamos con ellos un café en la terraza, charlando de mil y un temas. Nos recomendaron ver el Convento de Moguer, que estaba justo enfrente del restaurante, pero no abría esa tarde; también visitar el Monasterio de la Rábida, pero tampoco llegábamos a tiempo, pues cerraba a las 18 horas. Finalmente nos aconsejaron comprar pasteles en la tradicional Confitería La Victoria y hasta allí sí que nos acercamos después de despedirnos de ellos y agradecerles el buen rato que pasamos juntos (antes tenían un local en el centro pero ahora con el COVID sólo sirven en la fábrica, que está a las afueras de Moguer). Parece que el destino se confabula para que nuestra lorza siga creciendo…
Una vez en la confitería compramos una bandeja de pasteles, una caja de tortas y otra de polvorones (9’8€); aquí podéis ver fotos del obrador. De allí nos dirigimos al Muelle de las Carabelas, en Palos de la Frontera, pues la visita era libre y no cerraban hasta las 20.
Se trata de un Museo que alberga las reproducciones de la Pinta, la Niña y la Santa María que utilizó Colón para atravesar el océano Atlántico. Estas reproducciones fueron construidas en 1992 para la Exposición Universal de Sevilla con el fin de conmemorar el quinto Centenario del Descubrimiento de América, aunque posteriormente formaron parte de otras exposiciones, tanto en Europa como América, rodaje de películas, etc. Finalmente fueron adquiridas por la Junta de Andalucía y se construyó un muelle al lado de la Rábida.
La entrada normal al Muelle de las Carabelas cuesta 3’60€ (la mía de estudiante 1’5€). Primero vimos un vídeo en el que relatan el descubrimiento de América y aspectos de la vida de Colón, así como de alguno de los marineros más importantes que los acompañaron (los Hermanos Pinzón, Juan de la Cosa, etc).
Luego salimos al exterior, donde están las carabelas, comprobando que se puede entrar y caminar por dentro. Alrededor del estanque está la reproducción de un pequeño pueblo de la época con tenderetes, pequeñas casas, etc (donde está la cafetería) así como cabañas de los indios tal y como se supone como las encontraron. Después continuamos con el Museo, con interesantes piezas como, por ejemplo, una copia del Códice de Madrid (en la foto se puede leer la interesante explicación). Aquí podéis ver numerosas fotos de nuestra visita.
Tras la visita tomamos un par de bebidas en la cafetería (5€) y continuamos la ruta por las Marismas del Odiel, llenas de preciosas salinas, un lugar que daba mucha paz. Fue declarado por la UNESCO Reserva de la Biosfera y además figura entre las Zonas de Especial Protección para las Aves, por ser lugar de paso para miles de aves de Europa que emigran a África. En este punto el Odiel y el Tinto se junan para dar un espectacular paisaje con numerosos ecosistemas (lagunas, islas, playas, etc).
Continuamos hasta El Rompido, pues yo había reservado una mesa en un local que tenía muchas ganas de probar: Ultra Marino. Desde que vi las fotos en redes sociales sabía que tenía que ir por allí y la verdad es que fue uno de los grandes descubrimiento de este viaje. Le he dedicado un artículo así que, para saber qué cenamos, sólo tenéis que seguir leyendo la siguiente página.
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