LUNES 21 SEPTIEMBRE 2020
Nos levantamos sobre las 8:30, desayunamos lo que sobró del viaje (pues aunque nos prometió el encargado el día anterior el desayuno para hoy, la chica de recepción del Hotel Atismar no sabía nada y no se atrevió a dejarnos pasar al comedor), cerramos las maletas y dejamos el cuarto. En la puerta del hotel nos esperaban Maca y Mario para despedirse. Tras un montón de besos y abrazos, pues no sé cuando podremos volver a verlos, emprendimos nuestra ruta sin destino fijo.
La primera parada fue en Faro, donde queríamos ver la Igreja do Carmo, pues en su parte trasera alberga la Capela dos Ossos. Aparcamos el coche en la calle, justo en un lateral de la Iglesia, y a pesar de que había que pagar no pusimos ticket, pues no teníamos monedas. Pagamos en la Iglesia 2€/persona para poder entrar al templo: bonito retablo del Siglo XVIII, además de cuadros y figuras.
Al fondo hay un jardín en onde se encuentra la famosa Capilla de los Huesos, cuyas paredes están completamente cubiertas con los huesos de los monjes carmelitas, los cuales al parecer fueron exhumados de los cementerios de Faro por falta de espacio. Hay principalmente calaveras, fémurs, tibias y vértebras. Puede ser llamativa y/o macabra, pero mucho más me pareció la de los Capuchinos de Roma (os invito a que busquéis fotos en Internet).
Continuamos la ruta en coche hasta Olhao, donde nuevamente aparcamos en la calle, esta vez en zona gratuita. Caminamos unos metros hasta el Mercado de Abastos pero cuando llegamos, sobre las 11:15, apenas quedaba ya pescado, sólo frutas y verduras. Hay mucha animación alrededor del Mercado así que decidimos sentarnos en una de las terrazas y tomar algo, escogiendo una que se llamaba Cais Club. Tomamos dos cañas, pagando 4,2€. Volvimos callejeando hasta el coche por el interior de la localidad y la verdad es que hay unas zonas preciosas.
Continuamos el viaje hasta Huelva, siguiendo las indicaciones del GPS, y cuando llegamos a Vila Real de Santo Antonio nos dijo que teníamos que coger un barco para cruzar el río Guadiana. Efectivamente estábamos delante de la pequeña terminal de ferrys así que entramos a preguntar y resulta que en unos minutos salía un barco, costando el viaje de coche y dos personas 7’4€. Decidimos cogerlo en vez de ir hasta el puente, que estaba a unos kilómetros más lejos.
El viaje fue gracioso, pues no habíamos subido el coche nuevo a ningún barco todavía, y además porque la gente y los vehículos van mezclados. En un cuarto de hora, más o menos, nos dejaron en Ayamonte. Como ya era la hora de comer nos dirigimos a Isla Canela, donde nos habían recomendado un local llamado Los Barriles. Cuando llegamos resulta que estaba cerrado así que nos sentamos en la terraza de otro que estaba al lado, llamado La Palmera. Pedimos una ración de cazón en adobo, una de choquitos y una de tomate; de postre unas natillas y un flan.
Estaba todo muy bueno y abundante. Además tres cañas, pagando 39’4€, lo que nos pareció un buen precio. Además el camarero, llamado José, fue muy amable y nos hizo algunas recomendaciones para nuestros días en Huelva. Aquí podéis ver más fotos del restaurante La Palmera.
Tras la comida entré en la playa para verla y hacer un par de fotos, pero continuamos ruta por las Marismas de Isla Cristina (donde además vimos salinas), Islantilla (parando para ver la playa) y El Rompido, donde hay una preciosa lengua de arena. Por cierto, os dejo aquí otros lugares de la zona que nos recomendaron pero que no nos dio tiempo a probar: El Bombadil o Los Barriles en Isla Canela, Maluf, Casa Rufino o La Bocanna en Isla Cristina, Casa Machaquita en Islantilla, Macha o Mar de kañas en La Antilla, Doña Gamba, los guisos marineros de La Patera, Río de Piedras o Chiringuito La Arena en El Rompido.
Paramos un poco más adelante, en Punta Umbría, entrando a ver la Playa de Los Enebrales, la cual forma parte de un sendero con muy buena pinta, que bordea al bosque mediterráneo costero. Atravesamos un bonito pinar a pie hasta llegar a la playa, donde se puede apreciar el sistema dunar.
Finalmente llegamos a Huelva en donde había reservado un hotel de tres estrellas (con cancelación gratuita) pero en el último momento salió una oferta en Booking: dos noches en el Hotel Exe Tartessos, con cuatro estrella, en plena zona peatonal pero con parking privado, por 125’58€. Era más barato que el Atismar y le pegaba mil vueltas, menuda decepción el Algarve… La verdad es que el hotel nos encantó, aquí podéis ver más fotos.
Nos duchamos y salimos a dar una vuelta por el centro de Huelva (como dice de broma un amigo nuestro: por «Huelva York»). Vimos la Plaza de las Monjas con la estatua de Colón, el Muelle del Tinto, el Puerto, etc. La verdad es que nos gustó mucho y me quedé con ganas de pasear todo el muelle, construido a principios del siglo XX por la empresa «Rio Tinto Company Limited» sobre el río Odiel con el fin de embarcar el material procedente de las minas.
Decidimos cenar en un local que nos habían recomendado varios amigos: Cervecería Bonilla, que se encuentra en un lugar precioso al borde del mar (al parecer hay varios por la ciudad pero este es el más chulo). Cuando llegamos estaba prácticamente vacío pero poco a poco empezó a llenarse. Pedimos varias tapas: albóndigas de choco, presa ibérica, coquinas, gazpacho (lo recuerdo bien bueno) y salpicón de marisco, además de tres cañas y un agua con gas, pagando 38’5€.
Volvimos dando un paseo hasta nuestro hotel, en busca de una heladería y resulta que no encontramos ninguna abierta hasta que llegamos a la calle paralela del Exe Tartessos. Se llamaba Pura Vida y allí probamos los helados más ricos de todo el viaje. Pelayo pidió de mango lassi picante y turrón, yo de chocolate con ron y mango lassi picante, pagando 6,4€. Además la chica que nos atendió era muy amable, un lugar donde volver y volver. Nos tomamos el helado sentados en un banco de la zona peatonal y finalmente nos fuimos a dormir.
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