
DOMINGO 20 SEPTIEMBRE 2020
Habíamos decidido hacer el Percurso dos Sete Vales Suspensos/Ruta de los Siete Valles Suspendidos con Maca y Mario nos levantamos a las 8, desayunamos algo en el cuarto que nos había sobrado del día anterior y bajamos a recepción a quejarnos por las cucarachas. El chico nos pidió disculpas y nos dijo que bajásemos las maletas, que nos iban a cambiar de habitación.

Decidimos llevar dos coches para no tener que hacer ida y vuelta (11’4km) así que habíamos quedado con Maca y Mario a las 10 en la Playa de Centeanes. Salimos del hotel sobre las 9:15 para llegar a tiempo y, una vez allí dejamos en Centeanes el coche de alquiler de ellos con las mochilas de la playa (bañadores, toalla, chanclas, etc). A continuación fuimos en el nuestro hasta la Playa da Marinha con las mochilas para la caminata (agua, factor solar, frutos secos, etc). Si la volviese a hacer quizás hubiese empezado al revés, pues así dejaría para el final la parte que me pareció más bonita (de hecho prácticamente todas las personas que nos encontramos iban en sentido contrario a nosotros). Si os vais a bañar al final en la playa entonces casi mejor hacer como nosotros, pues no vi yo el acceso muy fácil en la Playa da Marinha ni mucha arena.

Los 5’7km de la ruta discurren por varias playas escarpadas, con preciosos paisajes kársticos con 16-24 millones de años de antigüedad, llenas de figuras: leixaos (columnas), algares (pozos), grutas, arcos, etc. Al parecer estos acantilados estaban en un pasado interrumpidos sólo por cursos de agua que desembocan en el mar desde lo alto, creando así los valles colgantes que dan nombre a la ruta.

El agua de lluvia, de naturaleza ácida (por su contenido en dióxido de carbono) provocó poco a poco la disolución de la roca calcárea (compuesta por carbonato cálcico), provocando fisuras en la roca que infiltran cada vez más cantidad de agua formando auténticos ríos subterráneos, cavidades, desmoronamientos, etc.

Actualmente se puede ver la intensa erosión que tuvo lugar en cada uno de ellos durante millones de años, tras tres elevaciones sobre el nivel del mar. Los acantilados de piedra caliza proporcionan hábitats para importantes especies de flora y fauna como matorrales de enebro (una comunidad poco común que crece en las cimas de los acantilados), orquídeas, lirios, aves marinas y murciélagos.

Dejamos nuestro coche aparcado en la carretera, pues un coche de policía, y por obras, no dejaba entrar hasta la Playa da Marinha. Comenzamos a caminar sobre las 10:20 y nada más empezar vimos los escarpados acantilados y formas erosivas varias. Además a lo largo del viaje se ven muchos fósiles, principalmente de bibalvos.

Hicimos una parada a medio camino para tomar algo en una bonita cala, la Playa de Benagil. El lugar se llamaba Casa Lamy y nos cobraron 9’10€ por cuatro cervezas, un robo, así que no os lo recomiendo. Desde esta playa salían barcos de turistas para ver la famosa Poza de Benagil (Algar de Benagil en portugués) pero era tan turístico que lo descartamos por estar saturado. Al parecer la poza no está lejos de la playa (de hecho se ve durante la ruta el agujero desde arriba) pero desaconsejan totalmente llegar nadando debido a las corrientes marinas.

La siguiente parada fue en la preciosa Playa de Carvalho, que se accede por un pasadizo con escaleras. Allí se puede apreciar la intensa erosión y además en ella crece la palmera enana, única palmera autóctona de Europa, además de la curruca sarda, un pájaro típico de la zona. La verdad es que la playa invitaba a quedarse un rato…

Continuamos bordeando el Faro de Alfanzina, construído en 1919. No llegó a él la electricidad hasta 1950 dado su complicado acceso, pues antiguamente sólo había pequeños caminos (hoy en día ya hay carretera).

Finalmente llegamos hasta la Playa de Centeanes tras tres horas y media de caminata y es que se para mucho a hacer fotos. Agradecimos que no hizo mucho sol, pues no hay ni una sombra pero sí varias cuestas y escaleras. Tomamos algo en un local que había en la playa llamado Stop (cuatro aguas 6€) y teníamos pensado quedarnos a comer allí pero no nos convencieron los precios así que buscamos en Internet algo un poco más lejos de la playa y con precios más razonables.

Subimos la cuesta a pie y al final, entre los chalets, encontramos una serie de restaurantes, escogiendo el Helder’s por las buenas opiniones.

Cada uno pidió un plato, que resultó abundante y rico:
-Costillas para Mario y Pelayo
-Bitoque para Macarena
-Pez espada encebollado (el más rico de todos)
-Postre: tres Dulces de la casa (estupendos) y un mousse de chocolate

El servicio fue muy amable a pesar de que estaba prácticamente lleno. Tardaron un poco en servir la comida pero mereció la pena la espera, pues estaba todo muy bueno. Para beber pedimos cuatro cañones de cerveza y una caña, pagando por todo 84’2€, precio que nos pareció correcto. Volvimos caminando hasta la playa de Centeanes (ahora cuesta abajo) y nos pegamos un baño. Luego cada uno actuó libremente: siesta, lectura, paseo, etc. El agua estaba estupenda, por cierto.

Cuando nos cansamos cogimos nuestro coche y acercamos a Mario y Maca hasta su coche, que estaba en la Playa da Marinha. Cada uno volvió a su hotel para ducharse y quedar luego para cenar. Cuando llegamos al Atismar nos informaron que nos habían cambiado de la habitación 407 a la 1008, varias plantas más arriba y de mejor categoría. No tuvieron la amabilidad de subir las maletas, las cogimos nosotros del almacén y las subimos al cuarto.

Esta segunda habitación estaba muchísimo mejor que la primera, bien pintada, y disponía de una bonita terraza. Sin embargo en el baño volvimos a encontrar otra cucaracha… El chico nos dijo que es que el Ayuntamiento no había echado productos en las calles para eliminar insectos y que por tanto era muy difícil que no hubiese en los edificios (sin embargo mi hermana no encontró ninguna en su hotel…). Nos prometió un desayuno gratis al día siguiente pero no fue así.
Tras la ducha quedamos con Maca y Mario a las 20:30 en su hotel. Nos querían llevar a un local que les tenía buena pinta, pues estaba siempre muy lleno, pero resultó estar cerrado. Entonces nos llevaron a la Tasca do Antonio, pues ya habían cenado otra noche en él y les había gustado. Presenta una bonita decoración marinera y dispone de terraza (sin embargo nosotros preferimos comer dentro).

Nos tocó una camarera muy joven y desganada con la que nos costaba entendernos (de hecho le echaron la bronca varias veces los demás trabajadores del local por diversas meteduras de pata). Pedimos queijo de primero pero o no nos entendió o no lo anotó porque nunca vino, pero tampoco apareció en la cuenta. Esto es lo que finalmente comimos:
-Almejas: ración bastante pequeña
-Chocos: ración abundante
-Cataplana de pescados: es un típico recipiente de la zona en el que se cocinan guisos tradicionales (yo creo que le faltaba cocción)
Para beber pedimos una botella de vino blanco Murallas, dos cañas, una botella grande de agua con gas y tres cafés, pagando 80’65€, lo que nos pareció un precio ajustado. Después tomamos un helado en uno de los pocos locales que quedaban abiertos en el paseo marítimo de Quarteira llamado Cervecería Milán. Estaban muy buenos pero no sé cuánto costaron porque nos invitó mi hermana (de hecho nos gustaron más que los del día anterior). Es fácil de reconocer porque tiene un muñeco horrible en la puerta. Volvimos hasta nuestros respectivos hoteles tras una larga charla en la terraza del local.

Cuando llegamos al hotel mi reloj marcaba 26.720 pasos, no estaba mal para el primer día de vacaciones. Al entrar en la habitación resulta que había quedado un grifo del baño mal cerrado y estaba encharcado, con la mala suerte de que el agua ya había salido el cuarto y llegaba hasta la cama. En recepción le dejaron una fregona a Pelayo, quien se encargó de secar el suelo. Se ve que no hemos tenido buena suerte con el hotel…Por cierto, aquí podéis ver las fotos y leer la opinión que escribí sobre Atismar en las reseñas de Google.
Dejar una contestacion
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.