El 14/06/2020 quedamos en Pampín Bar, en de Santiago de Compostela, con nuestros amigos Borja y Ángeles, a quienes también les encanta la gastronomía; íbamos con muchas expectativas y la verdad es que las cumplió.
El local se encuentra en una típica callejuelas del Barrio de San Pedro (Ruela de Fontiñas 4) que parece anclada en el tiempo, y es que mi padre ya lo conocía de su época de estudiante. El aire retro y antiguo que tiene por fuera no tiene que ver con el interior, mucho más moderno y con nuevo chef, Alén Tarrío.
Sus padres tenían una casa de comidas y se ve que caló en él el oficio, pues decidió estudiar Hostelería en Santiago. Tras pasar por los fogones de Paco Morales o Marcelo Tejedor, entre otros, decidió montar un local él solo donde ensalzar la comida casera hecha con cariño pero con toques modernos. El título al Mejor Cocinero de Galicia 2019, entregado en el Forum Gastronómico de La Coruña, demostró que sabe hacer bien las cosas.
Alén fue el encargado de tomarnos la comanda, valiéndose de una pizarra, dejándonos llevar por sus recomendaciones:
-Empanada de millo
-Paté de la casa
-Perdiz en escabeche
-Cocochas a la romana
-Tartar de chuleta de vaca
-Anchoas, pan y mantequilla
-Panceta al horno
Para beber pedimos los siguientes vinos:
-Conasbrancas 2018 de Fedellos do Couto
-Bastarda 2018 de Fedellos do Couto, un vino que me vuelve loca
-Castro Candaz Finca El Curvado 2015
De postre pedimos para compartir las cuatro opciones que figuraban en la carta (así de gordos somos):
-Tarta de queso
-Queso con membrillo
-Cerezas al ron
-Coulant tarta de Santiago
Para acompañar los postres pedimos unos vinos dulces:
-Moscatel Roxo de Setúbal 2013 de Horacio Simoes
El café nos gustó, era el que se ve en la foto. Además Alén nos invitó a probar un vino de Rioja del año 1973 que resultó estar muy bueno, una gran detalle. Además de lo relatado pedimos al llegar unas cervezas, una copa de vino, agua y un amontillado, así como dos whiskys al final. Pagamos 68’25€ por persona, lo que me pareció más que correcto, teniendo en cuenta la cantidad de bebidas que tomamos.
Me encantó la vajilla, el local, la comida y el servicio. Sólo me queda pena porque ese día no estaba el sumiller, Sergio, quien antiguamente trabajaba en Casal de Armán, y poder así disfrutar de sus maridajes (es la excusa perfecta para volver ;P).
Tras la comida dimos un paseo y acabamos sentados en una terraza muy agradable llamada Pub Momo, con vistas a la ciudad, donde en esta época de COVID se está a gusto.
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