Tras la enorme cantidad de trabajo que tuvimos durante el confinamiento, decidimos coger una semana libre y descansar. Aprovechamos para visitar algún que otro restaurante que teníamos pendiente, pequeñas rutas en moto, etc. Un local que teníamos ganas de visitar, desde que me lo había recomendado Amalita, mi querida pescantina de Marín, era O Bruño, en Cangas (C/Celso Emilio Ferreiro 10).
Amalita es de la zona de Beluso, en Bueu, y por lo que me había contado el cocinero de O Bruño era el hijo de los dueños del Restaurante A Centoleira, toda una institución. Ella sólo recomienda restaurantes donde el pescado y marisco son de calidad, y no creo que pueda rebatirse su saber después de llevar tantos años trabajando con pescado en la Plaza de Abastos. El nombre del local, Bruño (para los que no lo sepáis) es la palabra que se usa para denominar un pequeño centollo de la ría, con sus algas pegadas a conchas y patas, bien sabroso.
Así que allí acudimos el Miércoles 10/06/2020, sin reserva. Cuando llegamos resulta que estaba lleno (habían tenido que reducir número de mesas por el COVID) así que esperamos un poco en la puerta hasta que nos avisaron. Al parecer habían tenido que hacer un ERTE y no contaban con el personal habitual pero sí las mesas llenas así que iban bastante apurados. Aproveché para hacer unas fotos, pues está en pleno paseo, al lado de la Playa de Rodeira, con unas buenas vistas de la Ría de Vigo.
Nos tomó la comanda Adriana, la mujer del cocinero (que por cierto se llama Roberto), que es muy agradable y simpática, y es que es un local eminentemente familiar cuya fórmula está claro que funciona, pues llevan unos quince años trabajando sin parar, sólo el COVID ha podido pararlos temporalmente. Tras pedirle recomendación, estos fueron los platos que pedimos:
-Chalana de pulpo y queso del país: masa crujiente, cantidad de queso correcta, sabroso pulpo y condimento
-Navajas: riquísimas
-Tacos: otra atrevida preparación, si contamos que están en un tradicional pueblo marinero. Servidos con tex-mex de langostinos, carne de cacheno asado, xoubas, pico de gallo y salsa de jalapeños; nos encantó por divertido y original.
-Coruxo: acompañado por arroz, mejillones, setas y espárragos verdes, todo buenísimo. Para los que no lo conozcáis, se trata de un pescado muy similar al rodaballo y que es uno de mis preferidos.
Resultó ser bastante cantidad de comida pero estaba todo tan bueno que prácticamente nos lo acabamos todo. De hecho pedimos un postre para compartir, Lemon pie con mermelada.
Como habíamos ido en moto no pedimos vino para beber, sólo cerveza y agua, muy a nuestro pesar. Pagamos sobre 40€ por persona, lo que nos pareció un precio más que correcto, teniendo en cuenta la calidad del producto y las enormes raciones. Nos quedamos después un rato charlando con Adriana, que es estupenda.
Nos relató que su marido había estudiado en la Escuela de Hostelería de Barcelona que ahora es conocida como Hofmann y posteriormente trabajó en varios restaurante de diferentes localidades de España. Con todo ese bagaje montó en su tierra y con su mujer un local donde poder cocinar a su gusto, donde ofrece producto de temporada con toques modernos, como habéis podido comprobar. Por cierto, se ha hecho muy famosa la comida que preparan para llevar, muy de moda en la actual época COVID. Volveremos sin ninguna duda.
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