LUNES 8 OCTUBRE 2018
Nos levantamos sobre las 9 y salimos al porche de nuestra bonita guesthouse, Levona Garden Resort, a desayunar.
La familia nos había preparado un desayuno maravilloso en el jardín: riquísimos hoppers, crêpes con azúcar y cardamomo, filloas finas saladas (al parecer se llaman those), halapas (hojas de planta con un dulce en el interior), pan dulce, pan tostado, mermeladas, té, fruta, etc. Comimos hasta reventar, y de hecho la madre nos trajo más hoppers, estaban deliciosos; recordamos este desayuno como uno de los mejores de nuestro viaje, no sólo por la cantidad y variedad, sino también por el cariño puesto en él y es que la familia es encantadora (nosotros vimos al padre, madre e hijo).
Estando en el porche de la casa apareció el chico que trabaja con Rocky, con el que firmamos el contrato de alquiler, antes incluso de las diez, que fue la hora acordada. Traía un tuktuk supuestamente más nuevo para hacer el cambio por el nuestro. Intercambiamos también las documentaciones y nos dio el dinero del depósito que habíamos echado ayer, pues estaba lleno. Por cierto, este tuktuk tenía 52.267 kilómetros cuando lo cogimos.
Cerramos maletas y nos despedimos de la fantástica familia, poniendo rumbo a Trincomalee; fue una pena no haber disfrutado más días de su compañía. Antes de abandonar Habarana echamos gasolina, pues no hay estaciones hasta Kantale (4’7 litros, 742 rupias/2’4€).
El camino hasta el destino fue por una bonita carretera. No tenía muy claro qué hotel reservar, pues estuve mirando muchos en Booking. Aquí podéis ver un vídeo del camino y del lago.
Al final me decanté por el Blue Water Beach Resort, que tenía piscina y estaba en segunda línea de playa, lo que abarataba mucho el precio (y total había cinco minutos a pie hasta la arena). Al no ser un hotel familiar poco pudimos negociar con el recepcionista. En Booking la habitación doble sin desayuno estaba a 30€ y nos la dejó por 29$/25€. Salimos fuera a pensarlo, para ver si el hombre venía detrás y rebajaba el precio pero no hubo manera así que la cogimos.
Nos pusimos el bañador y caminamos hasta la playa. La zona necesita mantenimiento, pues los caminos estaban rotos, llenos de ramas, etc. Quizás en verano esté mejor, pero en esta época estaba muy descuidada. La playa era larga y bonita pero se estaba nublando y ya eran las 14 horas así que buscamos un lugar para comer.
Nos acercamos a un local muy bien valorado en Tripadvisor pero era sólo para desayunos así que el dueño nos pidió disculpas y nos recomendó el local de enfrente, consejo que seguimos.
Se llamaba Anna Inn, pues realmente era un hotel que disponía de un pequeño restaurante, concretamente era una cabaña al aire libre. La carta no era muy amplia así que pedimos lo siguiente:
-Hamburguesa de pollo para Pelayo, que resultó ser bastante pequeña
-Calamares para mí, un plato muy completo y rico
Como la hamburguesa era pequeña y mala partimos los dos platos entre dos, pues el de calamares era más abundante dado que venía servido con arroz y ensalada. Para beber tomamos una cerveza y un agua grande, pagando por todo 1450 rupias/7’5€. Se puso a llover sin parar durante dos horas así que nos cambiamos de mesa para no mojarnos, pues era una cabaña abierta como ya dije. Aquí podéis ver el vídeo de la lluvia.
Cuando acabamos de comer y amainó un poco nos acercamos al Café 18, un local que recomendaban por su café y que estaba justo al lado de la cabaña. Una vez allí pedimos un expreso, un capucino y un brownie, pagando 850 rupias/4,35€. El chico que nos atendió era muy amable, estuvimos hablando con él sobre el café, que era originario de la isla, entre otras tantas cosas.
Volvimos al hotel y cogimos el tuktuk para ir a visitar el templo hindú de Koneswaran, que está en lo alto de una península, y está dedicado a Shiva.
Atravesamos el animado pueblo y finalmente llegamos al templo, aparcando en la entrada el tuktuk. Se encuentra en una península rodeada por el mar donde, además, hay una zona militar. Nosotros nos encontramos un grupo entrenando mientras cantaban.
Es un lugar muy bonito, lleno de estatuas coloridas, monjes, visitantes, ofrendas, etc. No se pueden hacer fotos pero yo hice alguna, tanto en el interior del templo como en el exterior, sin que me viesen. Por cierto, no se puede entrar con zapatos pero nos dimos cuenta tarde así que el señor de la entrada ya nos dio más opción que dejarlos en los casilleros, pagando 10 rupias por par de zapatos (0’1€).
Fuera del mismo hay una zona muy bonita, con el Rey Ravana en un acantilado, en la que vimos a la gente haciendo fotos cuando no había monjes así que aproveché igualmente. Creo que una visita guiada a este templo debe de ser de gran interés, pues hay numerosas estatuas, símbolos, ofrendas y un largo etc., que no comprendimos.
Tras la visita al curioso templo dimos una vuelta en tuktuk por los alrededores, siguiendo la bonita bahía. Tras un rato encontramos casualmente una playa en donde había pescadores faenando así que aparcamos y bajamos a husmear.
Se llamaba Candy Beach y era preciosa, llena de embarcaciones y casas de locales. Uno de los pescadores hablaba inglés porque había estado emigrado muchos años y nos explicó lo que hacían.
Al parecer había establecido un turno de embarcaciones y cada día salían dos o tres en cada captura, alternándose. En ese momento entraron dos lanchas de madera y remos que fueron echando la red para posteriormente, desde la orilla, tirar un montón de hombres de la y cerrar el cerco.
Utilizaban un invento que se ataban a la cintura para tirar mejor y entiendo que no destrozarse las manos. Tras un buen rato tirando de la cuerda, de hecho ya había oscurecido, sacaron la captura a la arena.
Los peces no paraban de moverse, haciendo un ruido muy especial. Separaron los pescados por tamaños y los metieron en cestas que a su vez se colocaron con hielo para ser vendidos al día siguiente en el mercado. Fue una experiencia genial, pues estuvimos con ellos en todo momento, que nos acogieron muy amablemente. Por lo que nos explicó el que hablaba inglés, eran tamiles. Él había retornado a su país después de muchos años y estaba construyendo una guesthouse para turistas.
Tras la fantástica tarde de pesca intentamos cenar en un restaurante de Nilaveli que me había recomendado mi amiga María dos Anxos, que había estado un mes antes en Sri Lanka, y que se llamaba Nilaa Restaurant. Encontré uno en Internet y nos acercamos hasta él pero resulta que al enviarle las fotos no era el mismo, al que ella me había hecho referencia era Nila, con una sola A. Ya que estábamos allí decidimos entrar y probar suerte pero salió un perro ladrando y salimos corriendo de la finca.
Enseguida apareció el dueño, un chaval muy joven y amable que nos dijo que el restaurante estaba cerrado por una temporada. Nos recomendó probar el de al lado, regentado por una señora y su hijo, en donde también se comía muy bien. Como era ya bastante de noche y no había muchas más opciones por la zona seguimos su consejo.
Entramos entonce sen el local, llamado Village Food Restaurant, y enseguida nos sentaron en una de las pocas mesas que tenían, encima de la arena así que nos descalzamos, qué buena sensación… Tras mirar la carta pedimos lo siguientes:
-Fish Devel
-Kanavaye
Mientras esperábamos por la comida nos pusieron una botella grande de agua (pues se ve que no disponen de más bebidas) y un cuenco de camote picante para hacer la espera más corta. Sin embargo la comida tardó UNA HORA en llegar; eso sí, estaba deliciosa, se notaba que la señora había estado preparado todo al momento y le llevó su tiempo. Además a cada uno nos puso un plato con guarniciones variadas que no fuimos capaces de terminar: arroz, lentejas, raya, pimientos, tomate, piña, etc. Todas las preparaciones llevaban bastante picante ( no tuvimos problema porque nos encanta pero otra pareja, que llegó después que nosotros, tuvo muchos problemas). Pagamos por todo 1730 rupias/9€ y marchamos por la carretera, totalmente a oscuras, hasta el hotel.
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