Diario de China, día 9: Gruta de la flauta de caña, Hangzhou

Nos levantamos a las 8:00h, nos duchamos y ya dejamos las maletas preparadas, envueltas en film que habíamos comprado en un supermercado de Xi’an, pues a lo largo del día viajábamos a Hangzhou. Bajamos a desayunar, esta vez huevos fritos, bacon, tomates cherry, queso, yogur con fruta, leche y zumo. En cada vuelo interno que hicimos filmamos las maletas por seguridad, porque en caso de algún problema, a ver quién se entiende con ellos… A las 10.30h vino a recogernos José, el guía, y nos llevó a la GRUTA DE LA FLAUTA DE CAÑA, situada al pie de la colina Guangming, a las afueras de Guilin. Se trata de una cueva de piedra caliza, de origen kárstico, que cuenta con un recorrido de medio kilómetro y 240 metros de profundidad. Quizás lo que la hace más especial es el espectáculo de luces, que resalta aún más las figuras que se han ido formando a lo largo de más de 500.000 años.

Clase de baile en la entrada a la gruta
Gruta iluminada
 
El nombre de la cueva viene por la tradición de fabricar flautas con las cañas de bambú que crecen en las laderas que rodean la entrada de la gruta. Por lo que nos explicaron, durante la II Guerra Mundial la cueva sirvió como refugio para muchos civiles.  Vimos numerosas estalactitas, estalagmitas, un pequeño lago en su interior y numerosas figuras con formas varias: león, ancianos, elefantes, frutas, etc., sólo hay que dejar volar la imaginación.
Lago dentro de la gruta
 
Estatuas que hay fuera de la Gruta
 
 Al salir de la gruta el bus nos llevó al aeropuerto, en donde José nos ayudó a facturar y luego nos despedimos de él. Pasamos a la zona aire y allí compramos algo de comer: patatas fritas, galletas de flores, té frío, té con leche frío (buenísimo) y Pelayo cogió un cubo de noodles (vienen secos por lo que hay que añadirles agua caliente y un sobre de salsa que viene dentro). Como parece ser que los chinos lo usan mucho, en el aeropuerto había varios puestos de agua fría y caliente por los pasillos a disposición de los pasajeros. Además para beber agua fría dejan, en vez de vasos de plástico, una especie de mini sobres de papel por los que parece imposible poder beber… Los noodles no estaban malos pero, aprovechando que yo no tenía mucha hambre, tomé sólo unas pocas patatas fritas y una galleta.
Pelayo preparando una sopa en el aeropuerto

A las 14.30 h embarcamos, despegando media hora después. Pelayo y yo nos dormimos enseguida pero despertamos cuando las azafatas sirvieron una caja de comida muy bonita por fuera pero muy vacía por dentro: sólo tenía un bollo de pan, una especie de sobao, tres trozos de piña y un sobre de tubérculos al vacío de esos que saben fuerte y raro (a Pelayo le gustan, para variar…). Para beber pedimos leche de coco que llevaban en tetra-bricks, la verdad es que estaba buenísima. Tras una hora y cuarenta y cinco minutos de vuelo aterrizamos en HANGZHOU, en donde nos recibió una guía muy joven llamaba Lucrecia y que no hablaba nada bien español, además de estar empanada.

El bus nos llevó al GRAND METRO PARK HOTEL. Como no nos entendíamos con la guía yo fui a recepción a pedir un mapa, para que me señalaran dónde estaba el hotel y qué podíamos visitar en la ciudad, pero tampoco hablaban inglés, qué impotencia… Al menos conseguí por gestos que me indicaran más o menos dónde estaba el hotel en el mapa.
Subimos a dejar las maletas, me duché rápidamente, pues no paramos de sudar en todo el día por culpa de la alta humedad, y salimos a dar una vuelta con Javi y Carol hasta el famoso LAGO DEL OESTE. Cuenta con varias pagodas en la orilla y una dentro del agua, además había un espectáculo de agua, luces y música que estaba comenzando justo cuando llegamos. La humedad era insoportable, yo sudaba a chorros, parecía que me estaba derritiendo…. Eso sí, el lago era una monada.
Lago del Oeste
Hangzhou (杭州), situada a orillas del río Qiantang, es la actual capital de la provincia de Zhejiang pero con la dinastía Song llegó a ser la capital del país. Los chinos tienen un refrán que dice “En el cielo está el paraíso y en la tierra Suzhou y Hangzhou”, pues para ellos estas ciudades son una maravilla. Al parecer Marco Polo visitó Hangzhou en el s.XIII y dijo que era “la ciudad más elegante y suntuosa del mundo”. A mí me gustó pero no me pareció para tanto… Como ya comenté, la principal atracción de Hangzhou es el Lago del Oeste, que cuenta con varios puentes de piedra y cuatro islas (sólo una de ellas es natural). La más conocida es la isla de la Luna Reflejada en las Tres pagodas y sólo se puede acceder en barco.
Espectáculo de agua en el Lago del Oeste
 
Pasamos por varias tiendas de coches de lujo, Zara (donde Javi se compró un pantalón; nos pareció bastante más caro que en España, por cierto), mercadillos (donde vendían sin parar gafas sin cristales, pues es la moda en China actualmente, y lentillas de colores). Sobre las 20:00h nos entró el hambre así que entramos en un restaurante de comida china tradicional que había cerca del hotel. Sólo chapurreaban algo de inglés dos de los camareros, los más jóvenes, y fue una auténtica aventura entenderse con ellos para pedir la comida. Usamos el chino, el inglés, señas, dibujos en plan pictionary en una libreta que yo llegaba (ellos dibujaban muy mal y no entendíamos nada), los ideogramas que había copiado yo de internet en una libreta antes de empezar el viaje… Parecía aquello un programa de la tele. Mientras, un viejo muy sonriente no paraba de servirnos té, diciendo «OK» todo el rato, que debía de ser la única palabra en inglés que conocía.
Cena en Hangzhou
Al final comimos noodles con ternera, tofu con setas blancas enanas, pato con salsa dulce (similar a mermelada), arroz, ternera en salsa de canela, creemos que rabo de algún bicho y gambas (éstas venían en un plato con un condimento en el medio que todos probamos; los camareros vinieron enseguida a decir que era sal coloreada para adornar, que no era comestible, qué brutos somos…).
«Accidentada» pero riquísima cena
 
Estaba todo buenísimo y pagamos entre todos 268Y, con cuatro cervezas, toda una ganga. Al salir compramos un helado en la tienda de al lado, un cono de chocolate y nata. Volvimos para el hotel caminando y tomaron algo en la cafetería del mismo (yo no porque estaba muy llena), en donde estuvimos de charleta hasta las 23.30h.

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