JUEVES 11 OCTUBRE 2018
Nos levantamos en el Evergreen sobre las 9 de la mañana y la dueña nos había preparado un megadesayuno con coconut sambol, fruta fresca, dátiles, tostadas, omelette siguiendo una receta familiar, etc.
Nos mostró un libro que escribió ella misma, la fiesta que celebró con motivo de su publicación (a la que acudió el propio Primer Ministro), fotos de su familia, etc. La verdad es que nos sentimos como en casa.
Preparamos tristemente las maletas y le pagamos la cuenta de la habitación más una botella de agua que le pedimos para el viaje (eran 3967 rupias pero le dejamos 4000 rupias/20’5€). Ella nos regaló unos llaveros de Sri Lanka que había dejado su marido para nosotros por la mañana temprano, antes de marchar a trabajar. La verdad es que fue una pena no quedarnos más días en este alojamiento, pues a pesar de que la habitación no era gran cosa, la familia era estupenda. Podéis ver aquí un vídeo de un camión lleno de militares que nos encontramos y llevamos delante un buen rato.
Pusimos rumbo a Nuwara Eliya con el fin de ver las plantaciones de té, que fueron poco a poco apareciendo a medida que nos acercábamos a esta localidad. Teníamos miedo de que el tuktuk nos diese problemas en la subida pero se portó bien. Hicimos paradas en varias plantaciones de té para hacer fotos y ver a las recolectoras tamiles (las cuales se dejaban fotografiar a cambio de dinero, una pena…).
El té llegó a Sri Lanka durante la época colonial inglesa, proveniente de China, cuando todavía se llamaba Ceilán al país. En aquel momento las plantas de café crecían naturalmente, cultivo que se vio potenciado por el Gobierno inglés. Sin embargo en 1870 una enfermedad fúnguica acabó con los cultivos de café. Tras probar varios cultivos se decantaron por el té, así que a finales del siglo XIX la mayoría de las plantaciones de café se habían reconvertido. Con los años el té de Sri Lanka ha ganado reputación y hoy en día es considerado uno de los mejores del mundo.
Nos llamó la atención los pequeños poblados de chabolas que había escondidos en el paisaje donde suponemos que vivían los recolectores. Por el camino el paisaje es estupendo y además pudimos observar numerosas cataratas, de mayor o menor tamaño.
Quisimos visitar una plantación, parando en Damro, donde un guía nos dio una pequeña explicación de cómo elaboraban el té negro, el verde y el blanco.
Al final de los 15-20 minutos nos pidió una propina, dándole 200 rupias/1€. A todos los visitantes, que entraban allí más o menos como el ganado, nos invitaban al final de la visita a un té en la cafetería servido con una bonita vajilla de porcelana.
Sin embargo la visita no nos gustó si comparamos con otras que hicimos posteriormente. El té tampoco nos gustó demasiado así que tampoco compramos nada en la tienda. Aquí podéis ver las máquinas en funcionamiento.
Paramos en Nuwara Eliya, que es preciosa, llamada la pequeña UK y al verla lo comprendimos: hipódromo, campos de golf, casas de estilo inglés, campiña verde, etc.
Aprovechamos para comer en un restaurante muy recomendado llamado Grand India, dentro del famoso y caro Grand Hotel. Había muchos camareros que estaban todo el rato pendientes de los comensales (uno de ellos el chico más guapo que vi durante el viaje), ofreciéndonos cosas, rellenándonos la copa, etc.
Tras mirar la carta pedimos lo siguiente:
-Aperitivo, cortesía de la casa
-Chicken Thali
-Fish Tikka
-Naan de queso y ajo
-Kashar rasmalai de postre
-Café expreso
Para beber nos pegamos el lujo de pedir una botella de vino, Hope Bay de Sudáfrica, elaborado con Chenin Blanc. Pagamos por todo 8400 rupias/44€, lo cual es un precio altísimo para el país pero para Europa es muy asequible, teniendo en cuenta que es un de los lugares más lujosos de la isla. La comida, principalmente especialidades de la India, estaba exquisita y era abundante o sea que puede ser un local ideal para darse un homenaje. Por otra parte, nosotros no íbamos bien vestidos y el servicio fue de todos modos muy amable y atento con nosotros.
Continuamos el viaje hasta Ella, lloviznando sin parar. Al llegar a esta localidad nos presentamos en un hostal llamado Cozy Home que tenía buenas críticas y le dijimos que nos guardase la habitación mientras la preparaban y nos íbamos a dar una vuelta pero a Pelayo no le acababa de convencer. Entramos en otro que estaba muy cerca, llamado McQueen, y como le gustó más nos quedamos en este segundo (a mí me dio un poco de apuro por los del primer alojamiento, que estarían esperando por nosotros…).
El dueño del hostal McQueen, llamado Danushka, resultó ser muy amable y nos ayudó mucho durante nuestra estancia allí. La habitación era amplia, con baño y una decoración extraña, costando 18$ con desayuno incluido. Su único medio de vida son los huéspedes así que la familia entera se esmera para que estén a gusto. Nos contó todo lo que podíamos visitar por la zona y luego fuimos a dar una vuelta por el pequeño pueblo, en busca de algún sitio para cenar. Es fácil de reconocer gracias al cartel MUY luminoso de la puerta, pues se encuentra en un camino un poco oscuro donde es prácticamente es la única luz artificial que hay.
Nos decantamos por el Restaurante 360º, que nos había recomendado el dueño del hostal. Cuando llegamos había una oferta de bebidas hasta las 21 horas (te regalaban la tercera) así que Pelayo se tomó tres cervezas Lion y yo tres cócteles, pues eran muy suaves (Piña colada, Arrack con coco y arándanos, Arrak con lima).
Para cenar pedimos lo siguiente:
-Kottu de pollo y queso: bastante bueno
-Masala Dosai: no nos gustó mucho, bastante insípido
Pagamos por la cena y bebidas 3989 rupias/20’5€, lo cual nos pareció buen precio, pues además hay conciertos de música en directo todas las noches. Tras la cena volvimos al hotel caminando y a dormir.
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