Diario de Italia de Italia, día 4: Mazzorbo, Burano, Torcello y Murano

MIÉRCOLES 20/10/2021

Nos despertamos en el Alloggi Santa Sofía de Venecia sobre las 7:30, pues hay una iglesia justo al lado cuyas campanas suenas siempre a esa hora y es difícil no escucharlas. Desayunamos en el comedor del hotel y, cuando estuvimos listos, nos dirigimos a Fondamenta Nova con el fin de coger el Vaporetto 12, pues nuestra idea era visitar ese día las islas de Mazzorbo, Burano, Torcello y Murano.  En Mazzorbo hay un Restaurante con Estrella Michelin llamado Venissa que dispone de hotel y viñas recuperadas de variedades muy poco conocidas como, por ejemplo, la Dorona, por lo que queríamos ir a ver estos viñedos tan especiales.

Labores acuáticas de mantenimiento

Mientras esperábamos en el muelle a por el Vaporetto vimos cómo una grúa colocada sobre un barco colocaba palos de madera en el agua, tarea que nos pareció curiosa, laboriosa y muy delicada. Una vez que llegó el Vaporetto, decidimos hacer la primera parada en Mazzorbo. Apenas se bajó en ella gente del barco, nosotros y dos más, creo recordar. Una vez en Mazzorbo dimos un paseo por la bonita y tranquila isla. Tuvimos la suerte de escuchar en una Iglesia un órgano, pues había una señora ensayando, fue genial. Vimos el cementerio, los muelles, el campanile, etc.

Mazzorbo

Vimos la Iglesia de Santa Catarina, el único templo de los diez que quedan en pie en la isla. Fue construida en el año 783 y reconstruida en el siglo XIII como monasterio para mujeres. Al parecer su campanario, de 1318, posee la campana más antigua de la laguna. Tuvimos la suerte de escuchar su órgano en funcionamiento, pues había una señora ensayando, fue genial.

Mazzorbo
Preciosas viñas en Mazzorbo

En Mazzorbo se encuentra un restaurante con una Estrella Michelín llamado Venissa. También disponen de algunas habitaciones de lujo en Mazzorbo y alojamiento en típicas casas de colores en Burano. Venissa surgió en 2002 cuando Gianluca Bisol vio en Torcello unas viñas detrás de la Basílica, la más antigua de la zona. Empezó a interesarse por el tema y descubrió que en Venecia hubo viñas, incluyendo la Piazza San Marco, hasta el año 1100, pero incluso se habían encontrado restos de hace más de 2500 años. De ahí parece que deriva la denominación de campo que reciben algunas plazas de Venecia, de los cultivos que en ella había.

Mazzorbo
Finca de Venissa

Al parecer, por culpa de la gran crecida de 1966, se destruyeron la mayoría de los viñedos. De esta investigación se descubrió que la variedad autóctona era la Dorona di Venezia, muy adaptada a la salinidad de la laguna. En Venissa se han recuperado viñedos, contando con una hectárea de plantas, que están en una finca rodeados de una muralla medieval y un campanario del siglo XIV. Elaboran vino siguiendo la antigua técnica: larga maceración con los hollejos, que dan longevidad y estructura de tinto. La primera cosecha sale en 2010 con casi cinco mil botellas. Actualmente también elaboran tintos a base de Merlot y Cabernet que crecen en la cercana isla de Santa Cristina. Las botellas son elaboradas por un artista en Murano, según leímos en los carteles informativos y es que estuvimos paseando por la finca. Si queréis hacer una visita guiada con degustación tendréis que reservar y pagar entre 40 y 85€, según la duración (entre 40 y 90 minutos respectivamente, y según los vinos que queráis degustar).

Mazzorbo
Mazzorbo

De ahí cruzamos por un puente a la Isla de Burano, que nos encandiló con sus casas de colores y su campanile torcido. En Burano vimos el Museo del Marletto (encaje) pero no llegamos a pagar la entrada para entrar. Aprovechamos para comprar unos dulces en la famosa pastelería de Carmelina Palmisano, aunque la chica que nos atendió fue un poco antipática. Cogimos Bussolá, Esse y Sfogliata con chocolate.

Burano
Preciosas casas de colores en Burano
Burano
Casa de Bepi Sua
Burano
Burano

Buscamos la casa de Bepi Sua, famosa por su colorido y motivos decorativos. A continuación nos acercamos a la Cooperativa de Pescadores de San Marco con la idea de comer allí pero estaba cerrada a cal y canto. Acabamos en Fritto Misto, que es un local bastante conocido que se encuentra justo enfrente de la parada del vaporetto. Pedimos un pincho moruno de patas de cangrejo, un plato de fritura mixta con polenta (muy abundante) y un plato de Spaghetti alle vongole (con almejas); además una cerveza y un agua con gas, pagando 40€ por todo. Tras la comida probamos los pasteles que habíamos comprado en Carmelina y la verdad es que estaban muy buenos.

Comida en Fritto Miso
Dulces de la Pastelería Carmelina Palmisano

Cuando terminamos de comer cogimos el primer vaporetto que pasó en dirección a la isla de Torcello, que supuestamente es la primera isla de la laguna que estuvo habitada por los Vénetos, que al parecer escaparon de tierra firme por las constantes invasiones bárbaras. Visitamos la Iglesia de Santa Fosca por fuera, pues estaba cerrada), la Catedral de la Asunción (cobraban por entrar 5€ pero estaba el campanile cerrado así que declinamos la opción), el Museo, etc.

Torcello

Torcello

Torcello

Torcello

Torcello
Torcello

Cogimos el vaporetto de vuelta, bajándonos en Murano, la más grande de todas las islas que visitamos (es como una Venecia en pequeño). Caminamos por los canales que estaban abarrotados de tiendas de cristal, pero era todo muy caro. La pena es que a esas horas, sobre las 16:30-17, ya estaban cerrados todos los talleres por lo que no pudimos ver ninguna demostración de cómo trabajan con el vidrio. Compramos una figurita muy bonita de un gato sobre una bola (18€) y varios conjuntos de collar y pendientes para regalar. Tengo que decir que, tras visitar las cuatro islas, Pelayo y yo coincidimos en que la que más nos gustó fue Burano, por sus coloridas casas, y la que menos Murano, pues está demasiado aturistada.

Murano
Murano
Taller de vidrio en Murano

Cuando nos cansamos cogimos el vaporetto 4.2 hasta Fondamenta Nova, de donde habíamos salido por la mañana. Dejamos la mochila con los regalos en el hotel y aproveché para tumbarme media hora, pues estaba bastante cansada y con dolor de espalda. Tras la siesta reparadora nos fuimos a la enoteca Vino Vero a tomar unos vinos con cuatro pinchos, pagando 36’5€.  De ahí fuimos dando un paseo a la Birraria el Corte, en la Piazza San Polo, un lugar que nos recomendó Enrico y que nos maravilló. Reservé mesa esa misma mañana en su web, mediante un procedimiento muy sencillo.

Birraria el Corte
Vino espumoso

El local está muy bonito, con varios ambientes, gestionado por Nicola, hijo del dueño, un chaval joven con muchas ganas de hacer las cosas bien, además de un enamorado de los vinos naturales. Nos dejamos aconsejar por él así que paso a relataros lo que cenamos:

-Lengua de vaca con cantarelas, esponja de perejil y huevo a 62ºC

Birraria el Corte. Venecia

-Risotto con sepia

Birraria el Corte. Venecia

-Pizza con tomate, mozzarella, gorgonzola, cebolla caramelizada y porchetta

Birraria el Corte. Venecia

Estaba todo delicioso, los platos salieron en su justo momento, el servicio fue muy amable, etc., es un sitio que os recomiendo sin ninguna duda, el equipo es muy profesional, pese a su juventud. Recuerdo que de aperitivo nos sirvieron pan con un sabrosísimo aceite.  Para beber pedimos un vino espumoso natural de la Toscana, Rosato dell’Emilla 2020. La carta de vinos, por cierto, es muy interesante y los precios son muy razonables. Pagamos por todo 77’5€, que nos pareció muy ajustado para ser Venecia y el local en el que estábamos.

Venecia de noche

Venecia de noche

Venecia de noche

Tras la estupenda cena dimos un paseo hasta la Plaza de San Marco, pues yo quería verla de noche. Cuando llegamos resulta que no había ningún edificio iluminado salvo el Puente de los Suspiros y los edificios de la propia plaza (pero no la Basílica ni el Campanile ni el Palazzo Ducale); aún así mereció la pena porque estuvimos prácticamente solos, un lujo. Volvimos caminando al hotel como siempre, atravesando los canales canales, escuchando únicamente el eco de nuestros pasos. Cuando llegamos al alojamiento llevábamos más de 28.000 pasos…

Por cierto, una pena no haber sabido antes de nuestro viaje la existencia de varios locales que tiempo después nos recomendaron, ideales para los amantes del vino y el buen comer, además de poco turísticos: CoVino de Andrea Lorenzon, en el Sestiere de Castello, Ai Mercanti, de Simone y Ania en Rialto, y Vino e cucina, en Dorsoduro.

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