
MIÉRCOLES 19/10/2022
Nos levantamos un poco más tarde, después del madrugón del día anterior para ir a Formentera. Cogimos el coche de alquiler y fuimos a buscar a Mamen, Toni y David, aprovechando para desayunar allí la rica ensaimada de Can Vadell.
Tras jugar un rato al baloncesto nos dirigimos a Cala Bossa, que es muy bonita Había más gente de la que estábamos acostumbrados estos días, pues al ser segunda quincena de Octubre la isla estaba en fin de temporada, no llegando a estar agobiados en ningún momento. Sí que en esta cala había vendedores ambulantes que nos atosigaron un poco al llegar con pareos y trenzas pero enseguida nos dejaron en paz. De hecho al parecer el parking de esta playa es de pago, sin embargo nosotros vimos la barrera de acceso abierta y nadie se encargó de cobrarnos nada.

Pelayo y yo jugamos un rato a las palas mientras Mamen, Toni y David se bañaban. Luego nos intercambiamos y fue alucinante, pues había miles de peces que pudimos observar gracias a las gafas y tubos de buceo. El agua estaba muy clara por lo que se veían perfectamente las praderas de Posidonia. Al parecer la Posidonia no es un alga, sino una planta marina, con su raíz, tallo, hojas, frutos y flores. Es endémica del Mediterráneo y las praderas del Parque Natural de las Salinas de Ibiza y Formentera fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999. Al filtrar el agua es responsable de la transparencia típica de estas zonas, de hecho no crece en aguas turbias, siendo un buen indicador de la calidad de las mismas. Además da refugio a especies vegetales y animales, extendiéndose a través de kilómetros, de hecho al parecer podría ser uno de los seres vivos más longevos del planeta.
Esa misma mañana reservamos mesa para comer a las 14:30 en un chiringo de playa llamado Ses Eufabies, en Cala Tarida, recomendación de María así que a una hora prudente recogimos los bártulos y nos dirigimos hacia allí. Tuvimos suerte porque, justo cuando llegamos, salía un coche del parking más cercano así que dejamos el coche a pie de pista.

El local nos encantó, pues está en la playa y además nos dieron una mesa preciosa, amplia y con las mejores vistas de todas. Por cierto, no oímos más españoles en el local, eran todos turistas extranjeros. El personal del local fue el más amable que nos encontramos durante el viaje, y eso que estuvo reñida la cosa, nos dieron un trato de diez. Esto fue lo que pedimos:
-Calamar a la plancha y ensalada especial de primero para compartir, además de ali oli, aceitunas y pan
-Cada uno pidió un plato de segundo: Lomo de cerdo para Toni, rape para Mamen, hamburguesa para David, Sardinas para Pelayo y yo, que eran una de las especialidades de la casa.

-Tiramisú, crema catalana y tarta de limón de postre, excelentes
Todo estaba muy bueno y bien preparado. Las raciones fueron todas muy abundantes salvo, en mi opinión, la de rape, pues valía 32 euros y no venía excesiva cantidad. Para beber tomamos agua, cañas y un vino rosado de la bodega Ibizkus, pagando por todo 212,9€. Como nos gustó tanto el vino y teníamos ganas de visitar una de las pocas bodegas que hay en la isla, escribí a la bodega, contestando enseguida: nos recibirían a las 12 horas del día siguiente.

Tras la estupenda comida bajamos a Cala Tarida, con una bonita playa que nadé de un extremo a otro. He de decir que el agua estaba más turbia en la Cala de por la mañana. Estuvimos disfrutando de la playa hasta las 17:30, hora a la que marchamos para Ibiza capital, pues Mamen había quedado con su ahijada, Lucía, para ir de compras. Yo aproveché entonces para quedar con mi amigo Carlos, natural de la isla, quien se acercó a tomar algo con nosotros hasta un local llamado Charlotte. Como había una plaza con parque los niños jugaron a sus anchas mientras nosotros hablamos después de tantos años sin vernos.

Poco a poco se fueron uniendo Marí, Dani, Mamen y Lucía, charlando hasta las 21:30, hora a a que cada mochuelo se fue para su olivo. Nosotros nos dirigimos al chalet donde cenamos unas pizzas que recogimos en un local cercano llamado Degustibus. Al llegar al local pedimos tres pizzas que nos prepararon en un periquete, pagando 36’5 euros, y que resultaron estar deliciosas. Tras la cena estuvimos jugando al mus hasta bastante tarde. Volvimos en coche hasta nuestro alojamiento de San Antonio, Rita Hostal Boutique, y tuvimos suerte de aparcar enseguida.
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