MIÉRCOLES 28/04/2021
Nos levantamos sobre las 9 y tomamos el opíparo desayuno del Hotel Villa Bandama Golf, había que forrar bien, pues teníamos reservada visita a las 11 a la Destilería de ron Arehúcas, en Arucas. Aparcamos el coche en la zona de visitas y nos acercamos a la sala de recepción, donde nos recogió una guía. Nos habló del origen de la destilería, nos enseñó las instalaciones y nos explicó los fundamentos de la elaboración del ron.
Según nos explicaron, la Fábrica original fue fundada en 1884 para producir principalmente azúcar de caña, aunque también se elaboraban aguardientes y rones que en poco tiempo se hicieron conocidos por su calidad, incluso llegaron a surtir a la Casa Real. Actualmente es una de las bodegas de ron más grandes y antiguas de Europa. En 2006 adquirieron la Fábrica Artemi, que elabora una serie de licores, muy dulces para mi gusto.
Pasamos por la zona de barricas, depósitos inox, procesado de caña, columnas de destilación, embotelladora, taller propio de tonelería, un pequeño museo, etc. Tras 30-40 minutos de explicación pasamos a la zona de catas, donde dan a probar cuatro bebidas por persona, a escoger de todo el catálogo de Arehucas, salvo Capitán Kidd, que es un ron de 38 años que se paga aparte (5€). Son llamativas las salas de barricas, muy bonitas, y además algunas están firmadas por personalidades de todos los ámbitos y que en algún momento han visitado la destilería. Según un cartel producen tanto ron al año como para rellenar una piscina olímpica (más de tres millones de botellas).
La visita nos pareció un poco rápida y bastante automática pero por cinco euros creo que no se puede pedir más, además nos comentaron que antes del COVID recibían 90.000 visitas al año. Los rones los sirvieron calientes, ni siquiera enfriaron las copas, por lo que no sé si es la mejor manera de que la gente se aficione a los destilados… Nosotros pagamos a mayores la copa de Capitán Kidd y nos echaron buena cantidad, eso sí, a temperatura ambiente, que era bastante calurosa. Es una pena porque los rones estaban realmente buenos. En la tienda tenían muy buenos precios pero no pudimos adquirir nada porque sino nos veíamos obligados a facturar la maleta con Ryanair, eso sí, compramos un par de camisetas de Arehucas, pues estaban a 2’5€ cada una.
Tras la visita recogimos a mi amigo Moki y su mujer, Adri, que estaban sin niña y nos fuimos los cuatro a comer a un sitio que habían reservado: El Dorado del Norte en Bañaderos, donde hay unas bonitas piscinas artificiales para bañarse y la Playa del Puertillo, de arena negra.
Esto fue lo que pedimos para cuatro personas:
-Papas arrugadas y Escaldón de gofio para comenzar
-Queso ahumado
-Cherne
-Postres variados: dos flanes, una mousse de gofio y polvito uruguayo
Estaba todo bueno menos el pescado, que no nos convenció. Pedimos para beber siete cañas, un agua, un refresco y cuatro cafés, pagando 64’8€. Tras la comida tuvieron que marchar a recoger a Vera así que nosotros continuamos ruta hasta Gáldar, aparcando en zona azul. Aprovechamos para entrar en el Museo del yacimiento de Cueva Pintada y resulta que sólo se podía visitar con guía, que comenzaba en media hora (6€ por persona).
Decidimos ir a dar una vuelta y volver para hacer la visita y la verdad es que fue buena idea, pues fue muy interesante, disfrutamos mucho la hora y cuarto que duró. Al principio se ven piezas, la guía explica parte de la historia de la isla, etc., para después proyectar un vídeo en una sala. Cuando termina se abre una persiana y de repente aparece detrás de la cristalera el verdadero yacimiento, cubierto por una estructura, en el que se puede entrar y caminar por los senderos marcados, incluso entrar por turnos en la sala donde se encuentran los restos de pintura. Nos gustó mucho, es una visita realmente interesante y la «culpable» fue la estupenda guía que nos acompañó.
Continuamos hasta Agaete pero no llegamos a parar en la localidad, siguiendo en dirección al Mirador del Balcón, construido en cristal sobre el acantilado. A su vez hay, justo al lado, otro mirador nocturno para estrellas llamado El Paso de Marinero.
Llegó un punto en que la carretera estaba cortada, con falta de mantenimiento, así que tuvimos que dar la vuelta. Continuamos hasta La Aldea de San Nicolás, pero es un pueblo que no nos encandiló. Allí paramos un poco para tomar un par de bebidas (3€).
Continuamos hasta Artenara por una carretera realmente espectacular, además sólo nos cruzamos un coche en todo el trayecto. El paisaje nos recordó a una mezcla entre USA y Marruecos. Pasamos por delante de las famosas casas cueva, muy bonitas. Llegando al centro de la isla empezó a levantarse niebla, de hecho llegó un momento en que no veíamos absolutamente nada.
Decidimos cenar en un local cercano a nuestro hotel, que nos habían recomendado, llamado La Brasa así que llamé por teléfono para reservar. No tenían mesa hasta las 21:30 y cerraban a las 22:45 pero accedimos igualmente. Llegamos un poco antes pero no nos sirvieron hasta la hora que nos habían dicho, pues estaba llenísimo. Esto fue lo que pedimos:
-Halloumi frito para compartir
-Solomillo de Angus uruguayo con champiñones y mayonesa de trufa para Pelayo
-Hamburguesa canaria: con mayonesa de almogrote, guacamole, tomate, rúcula y queso de cabra
-Postre: Trata de queso con chocolate
La carne de Pelayo estaba excelente y la hamburguesa, hecha a la brasa, sabrosísima. Resulta que tenían una oferta de 2×1 en hamburguesas pero sólo les quedaba un pan, por eso Pelayo pidió el solomillo; resulta que cuando vimos la cuenta, no nos cobraron mi hamburguesa por esa razón, ¡son unos cracks! La Carta de vinos era escasa, pedimos un López de Haro, pagando por todo 52€. La verdad es que nos gustó todo mucho y el camarero, de origen polaco, era muy simpático y amable. Tras la cena nos dirigimos directamente al hotel y a dormir, tras 150 km de coche.
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