
DOMINGO 26/06/2022
Quedamos con Flavio y Alessandra nuevamente a las 8 en el comedor del Hotel Mercure de Copacabana para desayunar los cuatro juntos en el estupendo bufete, mirando hacia la playa. Nos fuimos después a dar una vuelta por el paseo de Copacabana, que estaba lleno de gente haciendo todos los deportes que se os puedan ocurrir y es que nos dimos cuenta que en Brasil se usa más la playa para practicar deporte y menos para tumbarse al sol. Caminamos desde el hotel hasta el final de la playa, pues era el único sitio donde no había bandera roja y unas olas gigantes, pues queríamos bañarnos.

El agua estaba muy agradable y las vistas eran increíbles, pero yo no estuve mucho rato por culpa de las grandes olas; Pelayo aguantó un rato más. Tras el baño volvimos hacia la zona del hotel pero nos encontramos con un torneo de Beach Tenis en el que participaba alguno de los deportistas más conocidos del circuito.

Sobre las 10:00 nos dirigimos finalmente al hotel, donde nos duchamos e hicimos el check out. Tomamos entonces un Uber que nos dejó en el Hotel Ibis Dumont por 29’97R/5’54€, pues Flavio había conseguido que nos guardasen las maletas, por ser clientes de Accor, hasta que volviésemos de Niteroi. Luego ese hotel nos quedaba mucho más cerca para ir al aeropuerto, así que fue una muy buena gestión.


Una vez que dejamos las maletas salimos del hotel y pusimos rumbo a la terminal de barcos pero estaban las calles llenas de indigentes así que al final pedimos un Uber (9’98R/1’84€). Una vez en la plaza XV de Noviembre resulta que sólo se podían pagar los billetes con efectivo así que Flavio sacó dinero en un cajero. Adquirimos cuatro billetes de ida y vuelta a Niteroi por 60R/11’08. Son como tarjetas que hay que pasar cuando uno llega al torno y se queda dentro de la máquina cuando se introduce en la misma, abriendo el paso.


Los barcos salían a en punto desde Río y a y media desde Niteroi así que cogimos el de las 13 horas. Mientras esperábamos tomamos algo en la única cafetería que había en la terminal. Una vez que el barco comienza a navegar pasan los aviones justo por encima, a muy poca distancia, pues hay un aeropuerto justo al lado, es llamativo. En sólo 20 minutos llegamos a la Plaza Arariboia de Niteroi. Una vez allí seguimos los carteles del Camino Verde de Niemeyer, que al parecer es una ruta de 11 km que recorre las principales obras que este arquitecto dejó en Niteroi, segunda ciudad con mayor número de sus creaciones después de Brasilia. Tengo que decir que justo al lado de la terminal de barcos había gente con mala pinta, pero nadie se metió con nosotros ni nos dirigió la palabra.

Continuamos por una gran avenida, luego giramos por unas galerías con puestos que daba a la estación de buses y finalmente encontramos la entrada al recinto donde se encuentra un fantástico conjunto de edificios dedicados al arte y la cultura construidos por Óscar Niemeyer: Casa del conocimiento, Teatro Popular, etc. Dimos un paseo para investigar todos los recovecos de los edificios, que son estupendos, así como disfrutar de las vistas de Rio y del puente de Niteroi.

Tras el estupendo paseo a orillas del mar y un millón de fotos cogimos un Uber hasta el Restaurante Seu Antonio (24’99R/4’62€), que se lo habían recomendado a Flavio y Alessandra. El viaje en coche hasta allí fue espectacularmente bonito, al borde de sucesivas playas, paseos y vistas de Río. Al llegar al local nos apuntamos en la lista de espera, teniendo 26 grupos anotados por delante. Conseguimos una mea libre en la terraza donde nos tomamos unas cervezas acompañadas de unos buñuelos de bacalao. Aproveché para ver una tienda de ropa muy colorida que había enfrente, llamada Sel Store, que resultó ser genial; regentada por un matrimonio mayor muy amable, Selma y Henrique Antunes, en el que ella diseñaba y cosía, y él ayudaba. La ropa no tiene por tanto etiquetas ni marca, siendo piezas únicas. Yo me llevé un estupendo mono, un vestido, dos pantalones cortos, un pareo y una camiseta por 420R/77€ (me regaló uno de los dos pantalones cortos).

Al rato nos llamaron desde el restaurante para entrar a comer, resultando ser bastante grande, con varios salones y ambientes distintos. Pedimos los siguientes platos:
-Bacalao á modo do chefe
-Abacaxi relleno de camarones
Ambos platos estaban buenos pero me gustó más el segundo; eso sí, las cantidades eran enormes (nos salió por las orejas), y es que cada plato llega para tres personas, contando con que viene acompañado de arroz y/o patatas de guarnición. Para beber tomamos un espumoso portugués llamado Vasco de Gama de Arcos Rei y cuatro cafés, pagando 668R con tarjeta y 10% más con Pix/bizum, pues esas tasas que no entendí muy bien de dónde venían sólo se podían pagar en efectivo o con Pix, lo que suma 138€.

Tras la comida Flavio pidió un Uber para ir rápidamente al Museo MAC, pues eran las 16;40 y cerraba a las 17:30 (costó 19,93R/3,76€). Al llegar al espectacular edificio de Niemeyer resulta que sólo se podían pagar las entradas con dinero en efectivo (6R/persona) así que menos mal que Flavio había sacado algo en un cajero esa misma mañana, pero aún así no daba para las entradas de los cuatro… Además nos pidieron el certificado de COVID pero Alessandra no lo tenía así que decidimos entre todos que entrásemos Pelayo y yo, pues no sabíamos cuándo volveríamos por Brasil.


Cuando estábamos dentro del edificio aparecieron al rato Alessandra y Flavio, pues ella había encontrado el certificado y, dada la hora, ya los dejaron pasar sin tener dinero suficiente (les cobraron como dos medias entradas). La construcción es una pasada, parece un platillo volante, con unas espectaculares vistas de la bahía (fue una pena no llegar con más luz a la zona de la cristalera).


Sobre las 18h salimos del Museo, pues sólo se podía visitar una planta, y dimos un paseo hasta la Terminal de barcos de Arariboia. Cogimos el barco a las 19:30 y, una vez en la orilla de Río, Flavio pidió un Uber para pasar por el Hotel Ibis a recoger las maletas y después continuar hasta el Aeropuerto de Río, pagando 40’3R/7,6. Una vez en el aeropuerto pasamos el control de seguridad y resulta que Flavio y Alessandra tenían derecho a entrar en la sala VIP por tener una tarjeta con ventajas de no recuerdo qué empresa. Cada uno de ellos podía a su vez invitar a una persona así que pudimos entrar los cuatro. Comimos y bebimos todo lo que nos dio la gana sin pagar nada.

A las 22:20 salió nuestro avión, con un poco de retraso. Llegamos a Aracaju sobre las 00 horas, aprovechando todo el vuelo para dormir. Una vez en el aeropuerto cogimos un Uber hasta el condominio, pagando 10’58R/2€.
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