SÁBADO 13 OCTUBRE 2018
Nos levantamos en Ella sobre las 9 y Danushka, el dueño del McQueen, nos sirvió el abundante desayuno en la terraza del alojamiento: coconut roti, cebolla, crêpes rellenos de azúcar y especias, fruta, té, etc. Yo apenas probé bocado por la noche tan mala que había pasado, tenía el estómago cerrado…
Estuvimos charlando con él largo y tendido, pues es muy agradable y nos ha ayudado mucho estos días. Nos animó a subir al Adam’s Peak antes de abandonar Ella. Nos dijo que nos daba tiempo a subir, volver y ducharnos en la habitación, que no había problema por salir un poco más tarde. ¡¡Es que es para quererlo!!
Al final accedimos y nos preparamos rápidamente para la caminata. Sobre las 9:30 ya estábamos en camino, tardando una hora y 25 minutos entre ida y vuelta, a muy buen paso. Danushka nos recomendó salir a pie del hostal pero la verdad es que la primera parte es por carretera así que podíamos haber ido en tuktuk. Yo tuve algún momento un poco duro durante la caminata, con dolor de tripa y con miedo a los apretones.
Al llegar al punto de información hay que bajar y continuar la carretera (nosotros nos metimos por donde no era y tuvimos que dar la vuelta) hasta el Hotel 98 Acres. Esta parte no es demasiado atractiva y la verdad es que podríamos haberla hecho en tuktuk y evitarme yo el malestar.
Al llegar al Parking del Hotel 98 Acres hay que subir por unas escaleras que hay a la derecha del mismo y atravesar por las propias instalaciones del hotel, que son estupendos y lujosos chalés sin vallar. Tras un llano vuelve a aparecer unos pequeños escalones que llevan hasta la cima del pico y bastante gente subiendo y bajando.
Una vez arriba hay 360º de bonitas vistas, incluyendo Ella’s Rock. Tras varias fotos iniciamos el descenso, con algún que otro retortijón pero sin llegar a más. Una vez en el hostal nos duchamos y nos despedimos de Danushka. Nos preguntó hacia donde íbamos, respondiendo que queríamos visitar Yala así que se ofreció para hablar con un amigo suyo que organiza safaris allí (Sanjeewa 775883839). Al parecer conoce muy bien el parque, pues lleva trabajando allí varios años, y los hoteles de la zona. Sin embargo Sanjeewa le dijo que en esos momentos estaba abierto sólo el Bloque 5, que no era demasiado bueno, y que además los leopardos estaban en época de apareamiento y por tanto iba a ser difícil verlos…
Nuestro gozo en un pozo… Así que Danushka nos recomendó visitar el Parque de Udawale para ver los elefantes, en vez de Yala. Por tanto tomamos rumbo hacia el Parque Nacional de Udawale. Antes de marchar le pagamos las dos noches de hotel: 3260 rupias/33’5€ y 200 rupias/1€ por dos botellas grandes de auga (que además dispone de una nevera común en la que los hospedados pueden dejar bebidas propias). Le agradecimos enormemente toda la ayuda que nos brindó y marchamos hacia el sur del país.
Al poco de salir se puso a llover, qué mala suerte. Hicimos alguna que otra parada durante el trayecto para sacar fotos: catarata de Rawana, arrozales, búfalos de agua, lagos con garzas, etc.
En Embilipitiya, una localidad que atravesamos, paramos un momento para comprar alguna cosa de picar en un supermercado: galletas, ginger beer, yogur para beber, etc., pagando 1142 rupias/6€ (la verdad es que no había mucha cosa para llevar…). Además cogimos un par de mazorcas de maíz en uno de los numerosos puestos que hay en los bordes de las carreteras, pagando 50 rupias/0’25€ por las dos. Nos orillamos en un lugar tranquilo para comer todas las viandas.
Continuamos con el camino, sin parar de llover, y de repente el tuktuk empezó a dar problemas así que pensamos que nos habíamos quedado sin gasolina y echamos en el depósito la botella que llevábamos de emergencia. Aquí podéis ver el tuktuk dando problemas.
Nos desviamos del camino para ir a la gasolinera más cercana, en done echamos 3’22 litros por 640 rupias/3’3€, por lo que todavía había gasolina suficiente. Como seguía dando problemas Pelayo hizo numerosas pruebas y se dio cuenta de que probablemente se trataba de un fallo eléctrico, pues si llevábamos la luz encendida no circulaba bien así que tuvimos que ir bajo una lluvia torrencial sin luz, lo cual era muy peligroso. Declinamos por tanto la idea de visitar Udawale, pues había que volver hacia atrás y la hora de llegada iba a ser muy tarde ya para entrar en el parque; además «sólo» había elefantes (que ya habíamos visto en Tailandia y en las carreteras de Sri Lanka), búfalos de agua (que habíamos visto miles desde el tuktuk), cocodrilos y aves.
Continuamos hasta Tangalle, en donde un poco antes de llegar reservé a través de Booking un hotel de cuatro estrellas llamado Moonstone Villas. Tras mucho mirar aproveché una oferta de última hora que incluía alojamiento, desayuno y cena por 40$.
Al parecer en verano este hotel tiene unos precios mucho más altos pero en esta época los bajan para atraer turistas… Sin embargo esa noche estuvimos solos en las instalaciones, fue todo un lujo. El hotel era precioso, con pequeñas casas de dos plantas (una habitación muy amplia y bonita en cada planta) en un jardín con piscina. Por cierto, el tuktuk durante el día lo dejábamos aparcado delante del hotel y por la noche lo metíamos dentro de las instalaciones, cerrado con un portalón.
Una chica nos recibió, nada más llegar, y nos explicó las atracciones turísticas de la zona. Un joven nos acompañó luego hasta la habitación y al poco volvió con dos zumos de lima, a modo de bienvenida. Otro se encargó de mostrarnos los menús disponibles y cogernos la comanda para la cena de la noche.
Tras instalarnos decidimos ir hasta la playa, la cual estaba al otro lado de la carretera. Era pequeña pero bonita, con una pequeña península en la que había una estatua de Buda. Nos hartamos de recoger conchas, pues eran estupendas, y también nos llamó la atención que había muchos percebes, pero distintos de los gallegos. El mar estaba un poco agitado así que decidimos no bañarnos, sólo mojar los pies en la orilla. La temperatura del agua era ideal.
Volvimos al hotel y aprovechamos para bañarnos en la piscina. Estando en el agua vimos pasar varios animales: mangostas, murciélagos insectívoros y de la fruta, etc. Acudimos al comedor a cenar a la hora acordada, donde tenían ya preparado lo que habíamos solicitado al llegar:
-sopa de pollo para Pelayo
-sopa de cebolla para mí (riquísima)
-atún con ensalada y patatas fritas para los dos, acompañado de una deliciosa salsa que llevaba ajo, jengibre, aceite de pescado, etc.
-helado de vainilla de postre
La verdad es que la cena fue muy abundante y sabrosa, toda una sorpresa. El personal del hotel además era muy amable y simpático, la verdad es que acerté con el alojamiento sin ninguna duda. Acordamos con ellos la hora del desayuno para el día siguiente antes de despedirnos del servicio.
Tras la cena cogimos el tuktuk hasta la Playa de Rekawa para ver el desove de las tortugas gracias a la ONG Turtle Conservation Project. Como no teníamos luces nos paró la policía dos veces: en la primera nos hicimos los tontos y Pelayo las encendió un momento hasta que los sobrepasamos, aguantando unos segundos nada más, pero suficiente para que nos dejarsen continuar. Con la segunda patrulla estuvimos un buen rato con ellos, pues al final nos quedamos charlando los cuatro.
Llegamos finalmente al local sobre las 20:30, en donde ya había bastante gente y aún llegaron varios más después de nosotros. A las 21:30 un señor de la organización nos dio una explicación en inglés sobre el proyecto (un poco difícil de entender debido al fuerte acento que tenía). Además hay una pequeña exposición con fotos y carteles sobre las tortugas que desovan en las playas del país.
Sólo se pagan 1000 rupias si se ven las tortugas, no como en Costa Rica, que había que pagar igualmente. La organización también acepta gentilmente ayudas para poder seguir con sus proyectos de conservación.
Mientras esperábamos nos pusieron un documental sobre tortugas y luego una película de animación sobre el mismo tema. Allá por las 12 o una de la madrugada decidimos marchar porque no se preveía la llegada de ninguna tortuga.
Aprovechamos el rato de espera para pedir ayuda a los conductores de tuktuk que habían traído a los turistas hasta Rekawa, para ver qué opinión tenían sobre la avería del nuestro. Uno de ellos se ofreció a venir al hotel al día siguiente con un amigo suyo que era mecánico sobre las 9 de la mañana para ver la avería, así que accedimos. La verdad es que los conductores de tuktuk nos han ayudado mucho durante el viaje, hay como una confraternización entre ellos, y más si ven que somos turistas.
Para salir por los oscuros y estrechos caminos que unen la playa con la carretera nos ayudó el conductor de una furgoneta, a la que seguimos de cerca para no perdernos. Una vez en la carretera seguimos el camino gracias a alguna farola que había pero no sin darnos varios sustos con los perros callejeros, que andan sueltos y se cruzan a menudo. Finalmente llegamos al hotel, metimos el tuktuk dentro del recinto cerrado y a dormir, no sin antes escribir a Rocky, de Pick and Go Travels, para mandarle fotos del tuktuk y explicarle la situación.
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