DÍA 2: LUNES 23 ABRIL 2014
Primero paseamos por la Plaza de la República, en donde hay una réplica de una Nao del siglo XV que forma parte del Museo del Mar, pero no pudimos verla porque el museo estaba cerrado. Me quedo con ganas de verla, pues el recepcionista del hotel nos la recomendó vivamente y además dijo que la entrada sólo costaba un euro. Un poco más adelante hay un puente hacia otra plaza, la de Joao II, que cuenta con una bonita estatua de una sirena. Luego subimos a una capilla que hay en lo alto de la plaza que llama la atención por su cúpula blanca (parece una bola de algodón). Es la Capilla del Socorro y desde ella se ve el río Ave, el Monasterio de Santa Clara, las plazas principales, etc.
Luego caminamos por las callejuelas de la parte vieja, llena de pequeñas iglesias y casitas de dos plantas, preciosas y muy bien conservadas. Nos acercamos hasta uno de los restaurantes que nos había recomendado el recepcionista y que mejor valoraban en Internet: Adega da vila. Desgraciadamente estaba cerrado pero la zona no nos gustó demasiado, puese estaba plagada de yonkis y gente con mala pinta; luego nos dimos cuenta de que es que justo al lado del restaurante se encontraba la cocina económica y estaba abriendo en ese momento. Continuamos el paseo y nos acercamos a otro de los restaurantes que nos aconsejó el mismo joven, el Doca, en Largo de Ribeirinho 5. Entramos sobre las 13h y ya estaba lleno, tuvimos que esperar unos minutos para que dejaran una mesa libre. Eso era buena señal. Además los camareros saludaban a la mayor parte de la gente con dos besos, como si fueran clientes habituales, otra buena señal.
Tenían un menú del día con muy buena pinta pero a Pelayo le apetecía bacalhau así que pedimos para una ración doble al estilo Doca. Nos trajeron unos entrantes de esos que no pides pero que te ponen igual. Sin embargo como tenían muy buena pinta los aceptamos: un par de mejillones con vinagreta, dos langostinos, un quesito semicurado con pimentón muy bueno y aceitunas riquísimas. Para beber pedimos una jarra de vinho verde blanco que estaba delicioso. A continuación nos trajo el camarero una alheira (especie de salchicha grande) pero le dijimos que no la queríamos porque la ración de bacalao era muy contundente. Al poco nos trajeron el pescado y efectivamente era demasiado. Venía acompañado de puré de patata y una salsa de mostaza, excelente. Acabamos tan llenos que no pedimos postre. Nos levantamos a pagar a la caja, como estaba haciendo la gente que terminaba de comer, y le pedimos al camarero que nos cobrase. Hizo cuentas y dijo que eran 41 euros, sin factura ni nada. Nos pareció buen precio para todo lo que comimos, que salimos reventando. Aquí tenéis leer más opiniones y ver fotos del Restaurante Doca en Tripadvisor. Crítica del restaurante en Tripadvisor.
Luego nos dirigimos a Amarante, la capital del vinho verde, con la intención de dormir allí y visitar alguna bodega al día siguiente. Seguimos por carreteras nacionales todo el rato, para no pagar peajes y también por ver el paisaje. Al llegar a Amarante Pelayo me bajé a pedir información en la Oficina de Turismo mientras Pelayo esperaba orillado en una parada de taxis. La señora de la oficina no me pareció demasiado profesional, pues nada más entrar me dijo que no había apenas nada que ver en Amarante y que las bodegas no estaban preparadas en su mayoría para las visitas turísticas, que sólo se podían ver en época de vendimia (cosa que no sé si será verdad…). Además nos recomendó un par de hostales, uno de ellos por 15 euros la habitación doble, que no nos tuvieron demasiada buena pinta…
Conseguimos aparcar el coche en una placita y fuimos a dar una vuelta. Primero, como yo necesitaba ir al baño, entramos en uno de los hostales que nos recomendó a tomar una cerveza y ver qué tal estaba. La señora fue un pelín borde, además de estar todo sucio y viejo por lo que declinamos la idea de dormir allí (y eso que era el caro de los dos que nos había recomendado la de la oficina de turismo…). Tomamos una cerveza, fui al baño y marchamos. Sacamos unas fotos del Puente de San Gonzalo, que pasa sobre el río Tamega y de las casas que se encuentran al borde de las aguas, que recuerdan vivamente a las casas colgadas de Cuenca. Efectivamente nos pareció que en el pueblo se debe visitar la Iglesia y el Convento de San Gonzalo y poco más. La verdad que no nos entusiasmó así que tras un pequeño paseo tomamos rumbo a Guimaraes. Aquí tenéis la crítica de Amarante en Tripadvisor.
Una vez en Guimaraes preguntamos a un Policía Local, quien nos recomendó el hotel Ibis así que fuimos hasta allí pero no nos convenció la oferta (52 euros habitación doble con desayuno) y además estaba un poco lejos del centro. Así que, siguiendo los carteles de posadas y hoteles que había por la ciudad, llegamos sin darnos cuenta a una calle que tenía una cadena y por tanto no podíamos pasar con el coche. Un guardia muy amable nos preguntó que a dónde íbamos y le contestamos que al Hotel da Oliveira así que nos dejó aparcar dentro de un edificio en el que tenía la garita mientras íbamos a preguntar si había habitación. En la recepción había una señora mayor que nos dijo que con el descuento nos quedaba la habitación con desayuno en 94euros. Nos enseñó el cuarto y como nos encantó opinamos que un día es un día y nos quedamos con la habitación. Nos entregó un cartel para colocar en el coche así que volvimos, se lo enseñamos al guardia y nos dejó entrar en la calle con la cadena. Allí dejamos ya el coche hasta que nos marchamos de Guimarães días después, todo un acierto.
El hotel, de 4 estrellas, estaba en pleno centro histórico. Al parecer había sido parador pero ahora sólo era hotel, con el nuevo nombre de HOOL. Estaba restaurado y decorado muy moderno, aunque un poco oscuro para mi gusto. Todas las habitaciones tenían el nombre de algún lugar o personaje portugués conocido. A nosotros nos tocó el cuarto de Penha, monte que visitaríamos al día siguiente. De vuelta al hotel le preguntamos a la señora de recepción por un sitio para cenar y nos recomendó el propio restaurante del HOOL. Subimos al cuarto, dejamos las maletas y le hicimos caso así que bajamos a cenar. Sólo había una mesa libre cuando llegamos. Recuerdo que pedimos pulpo pero no había, entonces quisimos cambiarlo por una tabla de quesos pero tampoco les quedaba. Finalmente pedimos dos primeros para compartir:
De segundo yo pedí Pasta negra con cigalas y Pelayo Carré de cabrito. Mi plato estaba sosísimo, fue la primera vez que pedí un salero en un restaurante… El de Pelayo estaba bueno pero era un poco escaso.
Para beber la camarera nos recomendó un crianza de Douro llamado Quinta Nova. A mí no me gustó nada pero a Pelayo sí. Al final le pedimos a la chica que nos enseñara la botella (pues la dejaban en un apartado con las botellas de todas las mesas e iban rellenando la copa a medida que bebías) y vimos que no tenía madera, era un vino del año… El otro camarero que había en la sala, un señor mayor, cada vez que nos echaba vino servía media botella, nunca he visto copas más llenas… Le acabamos poniendo COPETE de mote.
De postre pedimos dos cosas que nos recomendó la camarera, Mousse de café con una especie de flan y helado de vainilla y Coulant de vainila con helado de frambuesa.
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