Diario de Londres, día 7: Silverstone y Stratford-upon-Avon

Stratford-upon-Avon

LUNES 07/08/2023

Tras el desayuno de campeones habitual en la casa de Maca y Mario, en Horsham decidimos visitar Silverstone siguiendo la sugerencia de Pelayo, pues quería ver el museo y el circuito de velocidad. Justo ese fin de semana había sido la carrera de Moto GP allí así que seguramente aún veríamos alguno de los equipos y movimiento por las instalaciones.

Museo de Silverstone

Mi hermana condujo hasta allí, que está a unas dos horas en dirección hacia el norte. Una vez que llegamos a la zona, empezamos a ver los camiones de los equipos de carreras abandonando el circuito. Aparcamos en el gran parking que hay delante del museo, que estaba prácticamente vacío pero que seguro que durante el fin de semana estuvo a reventar.

Vistas del circuito desde el Museo

Entramos en el hall del museo y desde allí compramos las entradas, en su web, pues así costaban 22’5 libras mientras que en taquilla estaban a 25 libras. Acto seguido nos mandaron un mail con los tickets, que por cierto valen para entrar durante un año las veces que uno quiera en el museo.

El museo tiene entrada libre salvo a la sala de simuladores, que se paga aparte (30 minutos por 25 libras). Además hay un Scalextric bastante grande que se puede probar gratuitamente (aunque recomiendan dar una voluntad de 2 libras) pero cuando nosotros llegamos estaba cerrado, pues descansan un rato al mediodía.

Museo de Silverstone

El museo se construyó en un antiguo hangar militar que utilizó la RAF durante la II Guerra Mundial que consta actualmente de dos plantas. La visita se empieza por el piso de arriba, donde se relata la historia de la zona, donde hubo un monasterio de monjes y granjas, y cómo se fue transformando poco a poco. Durante los años 40 la pista del aeródromo militar se empezó a utilizar para carreras de coches. Hubo un tiempo en el que se alternó el uso agrícola con la pista de velocidad, de hecho tenían que proteger los cultivos con fardos de paja para que no se estropeasen, pero a veces no podían evitar que alguno acabase cayendo en ellos. Finalmente la zona se destinó al circuito de velocidad y se construyó el museo. El origen del nombre de algunas curvas y zonas del circuito tienen que ver con este pasado. De hecho a mí, que no soy experta en el motor, esta parte fue quizás la que más me gustó (me hubiese gustado leer todos los carteles con más tranquilidad).

Pelayo y Macarena concentrados en la tarea

Al final de la primera planta hay unos monitores que dan dibujos a los niños para colorear y dirigen actividades. Nosotros hicimos un circuito eléctrico con una lámpara y una pila dándole la forma de la pista de velocidad, de hecho había más adultos en las mesas que niños, construyendo cada uno su artilugio. Nos dieron todo el material: papel de cobre, bombilla, etc., que nos dejaron llevar a excepción de la pila.

Comprobación de que el circuito funciona

En la planta de abajo hay varias actividades también interactivas relacionadas con el significado de las banderas (podéis ver a Maca y a Pelayo ondeando alegremente dos de ellas aquí), el tiempo en que tardan en cambiar las ruedas de un fórmula 1, poner voz a unas imágenes como si de un comentarista deportivo se tratase, etc. Además hay otra sala donde se explica cada parte de los motores, tipos de neumáticos, frenos, mecánica de fluidos, etc.

Finalmente está la sala con coches y motos antiguos, además de trajes, cascos, fotos, libros registro, etc., donde Pelayo disfrutó como un enano. Finalmente se pasa a una sala de cine con pantalla gigante donde se reproduce una carrera muy divertida pero nos mareó un poco.

Pelayo con el McLaren-Honda de Ayrton Senn

La visita al parecer incluía un pequeño paseo por una zona acotada del circuito pero al estar todavía los equipos recogiendo cosas, después del gran premio, no nos permitieron salir así que Pelayo se llevó una gran decepción. Al salir se pasa obligatoriamente, como en casi todos los museos, por la tienda, donde había gran cantidad de objetos a un precio bastante alto (Pelayo se llevó una gorra de Silverstone por 16 libras, que era de lo más barato que había).

Aston Martin

Comimos en la cafetería del museo unos bocadillos que habíamos preparado por la mañana y antes de abandonar la zona pasamos por la nueva sede de Aston Martin (donde un par de guardias nos echaron rápidamente de la puerta y nos dijeron que no se podía hacer fotos) y la de Mercedes.

Mercedes Benz

Tras esas dos pequeñas paradas, para hacer simplemente unas fotos, pusimos rumbo a Stratfor-upon-Avon, la localidad donde nació el famoso Shakespeare, pues estaba a 45 minutos aún más al norte de Silverstone. Aparcamos el coche en el Windsor Street Car Park, un edificio de tres plantas de aparcamiento que resultó estar justo al lado de la zona más céntrica y ser muy barato si comparamos con el de Brighton. Pagamos por adelantado por unas tres horas 3’9 libras.

Casa natal de William Shakespeare
Estatua del famoso escritor

El pueblo resultó ser una auténtica cocada, con numerosas casas de madera de la época Tudor así como canales de agua y parques estupendos. La zona de calles peatonales estaba muy animada además, llena de tiendas y turistas. Aprovechamos para hacer una foto de la casa donde nació Shakespeare y con su estatua. Hay un museo y toda una serie de casas de la familia Shakespeare que se pueden visitar, con distintos tipos de entradas combinadas, pero nosotros ya llegamos justos y nos dedicamos simplemente a pasear por las calles y parques.

 

El río Avon y sus canales

Nos tomamos unos cafés con unos dulces muy ricos en un local de la cadena Yorks, en Bell Court, por 16’7 libras y continuamos hasta el Río Avon. Había un precioso parque y barcos con cafeterías y heladerías que entiendo que están permanentemente atracados en los canales. Cruzamos el puente que tenía una compuerta debajo y caminamos por el parque que había en la otra orilla. El lugar era idílico, con gente en canoas, pádel surf, haciendo picnic en el hermoso césped, perros y niños corriendo, etc.

Compuertas del río Avon
Compuertas del río Avon
Abriendo la compuerta a manivela

Tuvimos la suerte de ver cómo en una de las compuertas un hombre se bajaba de un barco con una manivela y, ayudado por otro, accionaron el mecanismo, dejando que se llenase de agua el recinto (podéis ver un pequeño vídeo aquí) y, una vez al nivel, soltaron el barco al otro lado (otro vídeo de cómo empujan ayudándose de unas marcas que hay estratégicamente colocadas en el suelo). Volvimos al puente inicial, pero antes entramos en el Teatro Royal donde mi hermana me regaló un par de chapas con frases de Shakespeare.

Preciosas casas
Estatua de Hermafrodita con el Royal Theatre al fondo

Aunque aún no eran las 19 horas, que era hasta la hora que habíamos pagado de parking, decidimos volver hacia Horsham, pues teníamos algo más de dos horas de viaje. Cuando llegamos Mario nos tenía preparada la cena, si es que vale su peso en oro: tostas con tomates de la huerta, queso y albahaca, ensalada, hummus, etc. Tras la cena jugamos a Pandemic otra vez, pero sólo hasta las 23:30 porque Mario trabajaba al día siguiente. Eso sí, Mario y yo salimos un ratito al jardín a tratar de luchar contra la plaga de babosas que tenían en el jardín, valiéndonos de un poco de sal, y es que la verdad es que engancha…

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