JUEVES 28/10/2022
Amanecimos en el B&B de Franco y Tina, en las afueras de Ragusa y, tras ducharnos y desayunar, nos despedimos de los amables dueños. Eso sí, quisieron el pago en efectivo de los 130€ por las tres noches, menos mal que nos quedaban billetes, en la cantidad justa, pues no solemos llevar mucho dinero encima. Nos dirigimos entonces a Caltagirone, localidad famosa por su cerámica.
Aparcamos en la calle, en zona gratuita, muy cerca de la Scala de Santa María del Monte, aprovechando para visitarla y hacer unas fotos. La localidad estaba llena de tiendas de cerámica que visitamos, pudiendo decir que la que más nos gustó fue la de Falcone e Passarello, por variada, moderna y buenos precios.
Por toda la isla veréis las famosas macetas con cabezas de hombre, llamada Testa di Moro, acompañada a veces por la de una mujer, pero sobre todo en Caltagirone. Cuenta la leyenda que, alrededor del año 1100, durante el período de dominación árabe de Sicilia, vivía una bellísima joven. Apenas salía de su casa en todo el día, dedicada a las labores domésticas y sobre todo cuidar sus plantas. Un día, mientras regaba las flores del balcón, un joven moro pasó, quedándose locamente enamorado de ella. El moro acabó por declararse a la joven, quien aceptó comenzar una ardiente relación. Cuando el moro confesó que debía de volver a su país, pues allí lo esperaba su mujer e hijos, pasaron una última noche, con el fin de despedirse. Mientras el moro dormía la joven le cortó la cabeza y con ella se hizo una maceta donde plantó albahaca, mostrándola en el balcón de su casa. De este modo el moro permaneció siempre a su lado y la albahaca crecía por las lágrimas que diariamente vertía la joven sobre la cabeza. Dicen que a partir de ese momento se hicieron famosas las macetas con forma de cabeza masculina, y con el tiempo se fabricó también la de la mujer, que se ven en todas partes de la isla.
En la ya mencionada tienda de Falcone e Passarello encontré unos preciosos pendientes con la Testa di Moro y su doncella, pues no teníamos espacio en la maleta para llevarnos dos macetas, por muy bonitas que sean. Los pendientes venían chapados en oro, pagando por ellos 25€, una cocada. Aprovechamos para visitar la Catedral de San Giuliano, que estaba justo enfrente de la tienda, y el casco histórico.
Continuamos hasta Agrigento, conduciendo primero por carreteras del interior, con bellos paisajes y numerosas construcciones abandonadas, para posteriormente seguir por la costa (menos bonito pero las casas estaban mejor mantenidas). Buscamos un sitio para comer, decantándonos por Capriccio di Mare, en San Leone, donde nos atendieron estupendamente.
Pelayo pidió un menú del día que incluía un primero pasta con cangrejos y un segundo de fritura (pescado, calamares y gambas) por 20 euros, insuperable; yo quise probar el típico cous cous con pescado y marisco, que resultó estar delicioso (18€). Para beber tomamos una cerveza grande, un agua de un litro y dos cafés, pagando 51’5€ por todo, precio que nos pareció más que correcto. Por el cubierto nos cobraron 3€/persona, costumbre habitual, pero en este caso incluía un riquísimo pan variado con semillas, grissini, con aceitunas, etc. Aquí tenéis las fotos:
-pasta con cangrejos
-fritura de pescado
-cous cous con pescado y marisco
Tras la comida nos acercamos hasta la playa, que está justo enfrente del restaurante, para hacer unas fotos, y de ahí nos dirigimos en coche hasta el famoso Valle de los Templos. Llegamos sobre las 15:30 por lo que ya había algunas construcciones cerradas así que compramos la entrada básica (12€/persona).
El parque del histórico del Valle de los Templos, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, cuenta con unas 13oo hectáreas donde se encuentran los restos de la ciudad Akragas, rodeados por olivos centenarios y almendros. Esta ciudad fue una de las principales colonias griegas de Sicilia, fundada en el año 582 A.C., y actualmente es uno de los parques arqueológicos más importantes del Mediterráneo.
Durante las guerras púnicas Akragas sirvió de base para los cartagineses en su lucha contra los romanos. Una vez conquistados por estos últimos, cambiaron el nombre a Agrigentum. Durante este período la ciudad vivió otra época de prosperidad ligada al mercado del azufre. En el 829 sufrieron la conquista de los árabes, sin embargo en ese momento los habitantes ya se habían desplazado donde se encuentra actualmente la ciudad de Agrigento.
En la entrada al recinto se recomiendan varios recorridos: el griego, el romano, el paleocristiano, el ecológico, en bicicleta, etc. Nosotros nos dejamos llevar, a pie, por entre las ruinas. Vimos restos de varios templos, siendo quizás los más espléndidos el de la Concordia y el de Giunone (Juno/Hera). Salimos del recinto sobre las 18 horas, es decir, dos horas y media después. Por cierto, por el parking pagamos 3€.
Pusimos rumbo a la ciudad de Agrigento, donde yo había reservado con poca antelación un apartamento en Airbnb por 50€. Los dueños, muy majos, nos guardaron, con su coche, una plaza de aparcamiento justo al lado del alojamiento. El apartamento era una única estancia con cocina, salón y habitación, con un pequeño baño aparte. Estaba en un barrio bastante alto pero bajando por unas escaleras se llegaba rápidamente al centro histórico. La anfitriona, llamada Laura, nos hicieron una serie de recomendaciones para visitar y cenar, que seguimos al pie de la letra.
Dejamos las maletas y salimos a dar un paseo hasta la Iglesia de Santa María dei Graci, donde al parecer a través de los cristales del suelo se ve la parte más antigua de la construcción, sin embargo cuando llegamos ya estaba cerrada. El centro histórico resultó ser bonito y cuidado, pero empinado y lleno de escaleras.
Nos sentamos a tomar algo en un llamativo local llamado Bar Athenea 90, donde bebimos cuatro cañas, que acompañaron de patatinas y un dulce típico de la zona (20€). La música era muy buena y estaba en plena Vía Atenea, viendo pasar la gente.
Laura nos había recomendado dos locales: Trattoria Concordia y Pizzería Manhattan, que estaba en el camino de vuelta hacia el alojamiento, así que nos decidimos por este último. Disponían de mesas en el interior y fuera, curiosamente situadas en una larga escalera. Como hacía un poco de frío finalmente cenamos en el salón de dentro, en una parte alta en la que tienen una bonita mesa, ideal para parejas. Pedimos dos platos para compartir:
-gnocchi con gorgonzola y pistacho
-pizza con salchichas y radicchio
Para beber nos dejamos recomendar por el amable camarero, quien nos sirvió un rico vino llamado Lamuri 2018, elaborado con Nero d’Avola. Además tomamos una estupenda grappa envejecida, un chupito de Amaro del Capo (destilado típico de la zona de Calabria) y un café, pagando por todo 51€. La verdad es que fue todo un acierto, pues la comida estaba riquísima y el servicio fue extremadamente amable. Volvimos para el apartamento y a dormir.
En esta etapa del viaje recorrimos sobre 180 kilómetros, que os muestro en el mapa, por que se vea más claramente.
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