Diario de Costa Rica, día 11: Manuel Antonio

SÁBADO 4 DE OCTUBRE 2014

Nos levantamos sobre las 6:30, nos vestimos y fuimos a desayunar. Nos sentamos en el único restaurante que tenía abierto el Hotel Costa Verde en esos momentos (pues en temporada alta hay varios operativos) y un camarero muy seco nos explicó que el desayuno consistía en escoger un plato de la carta, un zumo y una bebida caliente, lo demás se pagaba aparte. Pedimos unos revueltos que venían acompañados por varias tostadas, muy completos, de hecho yo no fui capaz de acabar el mío. Tengo que decir que las vistas desde la terraza de este restaurante son espectaculares. El camarero era lo más borde y antipático que he visto nunca, ahora sí, en cuanto empezó a hablar de fútbol y fórmula 1 con Pelayo cambió el rollo automáticamente, ya empezó a parecernos hasta agradable.Tras el desayuno cogimos el bus y nos bajamos en el pueblecito de MANUEL ANTONIO, en donde aprovechamos para comprar agua y algunas cosas para picar en el supermercado (2000 colones). Nos encontramos en la puerta, cuando salíamos ya, con Dani y Noemí, que estaban bajando en ese momento del minibus que pone su hotel al servicio de sus clientes (qué lujo). Tengo que decir que quedábamos previamente gracias a la wifi del hotel, vía whatsup, pues una vez en la calle ya no funcionaban los teléfonos.

En Manuel Antonio hay playas gratuitas pero es visita obligada el PARQUE NACIONAL DE MANUEL ANTONIO, por el que hay que pagar 10$/persona. Dentro hay unas bonitas playas y muchos animales, tendréis que llevar comida y bebida, pues dentro no hay ni un mísero chiringuito de helados (por otra parte también es normal, al tratarse de un Parque Natural…). Caminamos hasta la puerta de entrada, cosa que no fue fácil, pues está muy escondida y tuvimos que preguntar varias veces. Para ser la principal atracción de la zona está muy mal indicada, de hecho no hay ni un mísero cartel.

En la puerta pagamos las entradas e inmediatamente, antes de abandonar la ventanilla, ya se nos ofreció un guía pirata para acompañarnos por 30$/persona, qué carota, así que declinamos sus servicios, estamos hartos de que nos estafen. El supuesto guía nos empezó a increpar, diciéndonos que nos marchásemos de vuelta para nuestro país, además de muchas más sandeces así que pasamos de él y entramos en el recinto de Manuel Antonio en donde un guía oficial del parque nos dio un plano y unas cuantas indicaciones. Los guías oficiales nos pidieron disculpas por la situación que habíamos tenido que sufrir en la entrada del Parque y nos dijeron que los que ofrecen servicios fuera del recinto son estafadores, no tienen el título oficial y se aprovechan de los turistas. Se agradeció el detalle por su parte, pues en la entrada se sufre un gran acoso por parte de esta gente. Fue la primera vez en mi vida que realmente tuve ganas de mandar todo a la mierda y volver a casa cuanto antes, en ningún lado me había pasado esto… Pero no era yo la única, Dani, Noemí y Pelayo tenían la misma sensación desde hacía varios días.

 

Árbol con púas en su corteza que se usaban como flechas

Nos dirigimos primero hacia una catarata que estaba marcada en el plano y por el camino se puso a llover. Cuando llegamos nos desilusionamos un poco, pues la catarata era enana, realmente un pequeño salto de agua, nada más. Por el camino sí vimos varias escolopendras, cangrejos, una palmera cuyo tallo está lleno de púas y que, al parecer, usaban las antiguas tribus de la zona como puntas de flecha envenenadas previamente, etc.

 

Playa de Manuel Antonio
Volvimos al sendero principal y tomamos dirección hacia la playa de Manuel Antonio, que al parecer es la más bonita. Por el camino vimos varios guías con catalejos que señalaban bichos así que fuimos viendo varias cosas gracias a ellos: un murciélago que dormía cabeza abajo guarecido por la hoja de una planta, pájaros, perezosos, etc. Sin embargo sin el catalejo también se ven a simple vista, como hicimos nosotros, la cuestión es saber encontrarlos, a lo que los guías están más acostumbrados que nosotros en general. De todos modos en este Parque creo que no necesitaréis guía para ver animales, hay a porrillo y realmente el tramo que te acompañan no es muy largo.

Una vez en la playa dejamos las cosas en la arena y nos bañamos en el Océano Pacífico, que estaba un poco revuelto. La playa es bastante estrecha y las olas eran grandes así que de repente vino una ola enorme y nos mojó parte de las mochilas. Decidimos engancharlas a las ramas de los árboles que hay sobre la arena y menos mal, porque en cuanto la gente empezó a sacar bocadillos a la hora de comer fuimos invadidos por una plaga de mapaches. A la pareja que teníamos al lado les cogieron un neceser con tabaco y un par de cosas más que dejaron un momento desatendido y ya no volvieron a verlo nunca más.

Al rato llegaron las iguanas, que también se comían todo lo que había por allí, de hecho vimos como una bastante grande se peleó con un mapache y acabó subiéndose a lo alto de un árbol para escapar del infernal mapache, parecen muy tiernos con esa pinta de peluche pero nos dimos cuenta de que son satánicos. Billy, el amigo costarricense que hicimos en Caribe Sur, nos contó que tuvo una mapache de mascota cuando era un niño y acabaron hartos de ella por lo mala que era (rompía todo lo que encontraba por la casa).

 

Mochilas, ropa y demás enseres bien enganchados a las ramas
Finalmente aparecieron los monos, que son unos auténticos especialistas del despiste: uno bajaba primero y se dejaba hacer fotos por los turistas, mientras los demás por detrás se llevaban los bocadillos, las bolsas y hasta mochilas enteras que no estaban enganchadas en las ramas; hay que andar con mil ojos pues saben incluso abrir cremalleras. Había en la playa incluso un grupo de monos que estaba echándose factor solar que habían hurtado a alguien…

Pelayo se tuvo que enfrentar con una hembra que bajó con un bebé en la espalda porque nos enganchó una mochila, llegándole a enseñar los dientes y yo por un momento pensé que se le echaba encima para morderlo; gracias que estaba atada y no pudo llevársela. Es increíble lo arrojados que son, incluso cargando con una cría…

Monos encarándose
He de decir que estos monos son bastante agresivos así que tuvimos que comer los bocadillos rápidamente para que la batalla campal se desplazase hacia otra zona de la playa. Por fin, cuando hubo un poco de tranquilidad, me tumbé en la arena para dormir un rato de siesta a la sombra, sin embargo de vez en cuando Pelayo tenía que espantar a los mapaches que bajaban a rondarme, tocarme el pelo y olisquearme, una cosa alucinante… Si se despista yo creo que me quitan hasta el bikini y los pendientes…

Gran parte de la tarde estuvimos en el agua, que estaba muy bien de temperatura. Yo tenía ganas de ir a dar un paseo para ver las otras playas que había en el Parque pero no hubo voluntarios, no había quién los sacase del agua. Por cierto, aprovechamos para abrir un coco de los que había tirado en la playa y comérnoslo, estaba buenísimo, sobre todo el líquido (eso sí, acordad de llevaros un cuchillo, que os facilitará la tarea).

 

Noemí y Pelayo abriendo el coco
Finalmente abandonamos la playa y por el camino nos encontramos unos vestuarios muy rudimentarios con un par de cabinas y de duchas así que aprovechamos para adecentarnos. Me pareció una gran idea, pues uno siempre sale de la playa hecho unos zorros. En el camino de vuelta nos encontramos con la familia de Madrid: Javier con su mujer y sus hijos, Michi y Jorge. Salimos todos juntos del parque, incluidos Jordi y María, que nos los habíamos encontrado ya en la playa y se quedaron con nosotros toda la jornada.

Pelayo, Dani, Noemí y yo nos quedamos con la familia de Madrid a tomar algo en una cervecería que había a más o menos 200 metros de la salida del Parque en línea recta. María y Jordi no se quedaron a tomar algo y Dani y Noemí, tras una cerveza, marcharon también de vuelta para el hotel. La familia de Madrid pidió algo de comer y, como nos entró envidia, Pela y yo acabamos pidiendo unas fajitas para compartir; resulta que además en el bar había la oferta de dos cervezas por 1800 colones/3€ así que pedimos unas cuantas entre todos. Nos reímos mucho con ellos, son muy simpáticos. Tras un buen rato marchamos todos para la parada de autobús y cada uno se fue para su hotel. Aquí os dejo la opinión que subía a Tripadvisor del Parque de Manuel Antonio.

Una vez en el hotel nos duchamos y quedamos para cenar con Dani y Noemí en EL AVIÓN, uno de los restaurantes que dependen de nuestro hotel, que se llama así porque en el interior hay un avión real. Se trata de un C-123 Provider americano y es gemelo del que fue abatido en Nicaragua durante la Irangate; al parecer fue adquirido por los dueños del local y transportado por piezas ya que entero no podía atravesar los puentes que llevan a Manuel Antonio. Nos trasladaron en una lanzadera, pues el Hotel Costa Verde da servicio de transporte a sus clientes sólo en el caso de que quieran ir a alguno de sus restaurantes (además de El Avión tienen también La Cantina BBQ y El Wagon, todos muy cerca del hotel).

Antes de ir para el restaurante preguntamos en recepción por las excursiones en quad que se organizan por la zona, ya que a Pelayo le hacía mucha ilusión. Salían alrededor de 130$ por persona, lo cual nos pareció excesivo (además de que, según quién estuviese en recepción, te recomendaban una empresa u otra, imagino que según las comisiones que se llevan) así que finalmente no la contratamos. Nos subimos entonces al coche con un chico de recepción para ir al Avión y Pelayo aprovechó para preguntarle si realmente valía ese precio la excursión. El chico al principio se vio comprometido pero finalmente nos confesó que no merecía la pena pagar por lo que ofrecían. Le agradecimos el haber sido tan sincero con nosotros, cosa poco frecuente entre la gente que se dedica al turismo en Costa Rica. Nos corroboró por fin lo que ya sospechábamos, que las excursiones están todas infladas de precio para lo que realmente ofrecen.

 

Frappé
Una vez en el restaurante, como fuimos los primeros en llegar, pedimos en la barra una cerveza Imperial para Pelayo y un frappé de guanabano para mí, que estaba buenísimo. Al rato llegaron Nieves y Jose, una pareja de Cataluña, muy majos, con los que también habíamos coincidido en Tortuguero y Monteverde, y resulta que estaban alojados en nuestro mismo hotel. Después aparecieron Noemí y Dani así que nos colocaron en una mesa de seis. Pelayo compartió de primero unos nachos con Dani y de segundo escogió camarones con salsa de coco, yo pedí Dorado en salsa de teriyaki con mango, que estaba buenísimo;

 

Dorado
Pagamos por pareja 27.000colones/45€, lo cual, como siempre, me parece caro, pues no incluye vino ni postre. Tras la cena Dani y Noemi pidieron un taxi para volver a su hotel y nosotros cuatro la lanzadera hasta el nuestro. Aquí tenéis el enlace a la opinión y fotos que subí a Tripadvisor del restaurante El Avión.

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