Bajamos a desayunar a las 6:15: pan, mantequilla, mermelada, mate, etc. A las 6:45 vino a buscarnos Julio al hotel pero nos dijo que como su coche estaba estropeado nos había contratado un taxi para que nos llevase a las islas Ballestas, en Paracas, en donde teníamos reservadas plazas para uno de los barcos. El coche era enano así que todas las maletas tuvieron que ir atadas a la baca. El conductor era un poco imbécil, bailaba y cantaba, decía tonterías, etc. Iba tan despacio que llegamos por los pelos, de hecho nuestro grupo ya había salido de la oficina pero los enganchamos en el puerto. Antes dejamos las maletas en la consigna de un hostal que había en la avenida principal, como nos había recomendado Cleison.
Pagamos dos soles de tasas de puerto y cuatro de entrada en la Reserva de Paracas por persona y embarcamos en una lancha motora no muy grande. El barco era muy rápido, pero no tenía cubierta así que hay que ir abrigado para no pasar frío. La RESERVA NACIONAL DE PARCACAS es una zona protegida, creada para conservar el desierto y su porción correspondiente de mar, protegiendo así toda la fauna y flora del lugar. Hasta esta costa llega la Corriente de Humbodt, muy productiva; ello favorece la aparición de especies migratorias.
La siguiente parada fue ya en las ISLAS BALLESTAS, a donde tardamos alrededor de dos horas (pero no se sube a tierra, se ven desde el barco). Son formaciones rocosas con una importante fauna marina y muchas aves guaneras (guanay, piquero, zarcillo, etc.). Además se pueden observar pingüinos Humboldt, en peligro de extinción, cormoranes, zopilotes, pelícanos, gaviotas, lobos marinos, flamencos, tortugas, etc. Es alucinante lo cerca que se pasa de los animales y ni se inmutan. Vimos muchísimos lobos, a unos metros de distancia, espatarrados en las rocas.
Hay bellísimas formaciones, debido a la erosión. La superficie está blanca del guano de los pájaros. Cada cierto tiempo se recoge para venderlo como fertilizante. Tras un par de horas volvimos a tierra y en la agencia nos ofrecieron otra excursión para rellenar el tiempo que teníamos libre. Era por la Reserva de Paracas y costaba 35 soles+5 euros de entrada en la Reserva. Como no estábamos muy convencidos nos lo bajó a 20+5 de entrada. Al final aceptamos. Crítica en Tripadvisor de las Islas Ballestas.
La siguiente parada fue en un mirador desde el que se veía la “CATEDRAL” y la PLAYA DE SUPAY, que era un arco de piedra muy famoso pero que se vino abajo tras el último terremoto de 2007. Su forma cóncava hacía recordar la cúpula de una catedral, de ahí el nombre. Era Patrimonio de la Humanidad. Decían además que en el interior de la cueva sonaba el viento como si fuera el órgano de una iglesia. Al lado había otra playa con estratos llenos de fósiles. Los zopilotes volaban por encima de nuestras cabezas en todo momento. Un lugar verdaderamente bonito. Además hasta allí llega un curioso camino de sal.
A continuación visitamos la única playa de arena roja de Perú, debido a que proviene de una colina de ese color que hay al lado que se erosiona y llega la tierra a la playa.
El bus nos dejó en el hotel, recogimos las maletas y nos llevó a la Estación de buses Cruz del Sur. Era muy curiosa, hecha de bambú y paja. Facturamos las mochilas y esperamos un rato a que viniese el bus de las 16:20. Pelayo encontró un escarabajo de buen tamaño muerto (pero bien muerto, reseso ya) y se lo dejó encima de la mochila de mano a Borja y Bea, no veas qué susto se pegaron… Vino el bus y subimos a nuestros asientos de la segunda planta. Nos dieron un snack: bocadillo de queso y batido de yogur de fresa. Yo dormí todo el rato hasta que llegamos a Lima. Allí nos esperaba Marcos, el amigo de Borja. Estuvimos con él un rato y luego cogimos un taxi hasta el Aeropuerto de Lima (30 soles). Había mucho tráfico así que tardamos un buen rato en llegar, yo no pude evitar dormirme.
Al llegar al aeropuerto facturamos en LAN pero por algún problema sólo pudieron sacar dos tarjetas de embarque. Nos sacaron las otras dos en American Airlines. Dimos una vuelta por el aeropuerto. Cenamos un menú en un McDonalds (60 soles) y gastamos los últimos soles que nos quedaban: yo compré unos pendientes de semillas de huayruro por 25 soles y tres imanes de Perú por 30 soles (los recuerdos más caros de todo el país).
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