MIÉRCOLES 22 MAYO 2019
Nos levantamos sobre las 8:30 para desayunar en el jardín: pan, croissants, embutido, etc. Cuando estuvimos listos dejamos el apartamento y nos dirigimos al Castillo de Peleș, en Sinaia.
Para acceder con el coche hasta el castillo hay que pagar, y además hay que caminar igualmente una parte del trayecto así que os recomiendo dejarlo en la carretera, cerca de la entrada.
Caminamos hasta el castillo, que es impresionantemente bonito, y al llegar nos organizamos según las órdenes de Daniel, que fueron muy prácticas: Pelayo y yo hicimos cola en la taquilla para comprar los tickets mientras ellos se pusieron en la cola de entrada. Como no abrían las puertas hasta las 11 (y aún no era la hora), la cola en la entrada era bastante importante.
Como Daniel y Diana ya habían entrado varias veces y los tickets no eran baratos, nos acompañaron hasta la puerta y luego se fueron a tomar un café mientras nosotros hacíamos la visita guiada por el interior. Pelayo y yo compramos dos entradas estándar, que incluye una visita por las dos plantas de una hora de duración, pagando 75 Leu/16€ (Pelayo pagó 60L y yo, con la tarjeta de la Universidad, 15L). Hay otra opción de 30 minutos en la que sólo se ve la primera planta. Por cierto, para poder sacar fotos dentro hay que pagar un suplemento de 35 Leu/7’5€ y de hecho hay personas controlando; nosotros no pagamos pero hicimos varias, con cuidado de que no nos viesen.
Cuando dieron las 11 abrieron las puertas y cundió el pánico, pues todo el mundo se intentó colar. Como entra bastante gente de una vez, pues los grupos son grandes, no tardamos mucho en entrar. Una vez en el hall nos entregaron unas calzas que hay que utilizar durante toda la visita, con el fin de preservar los suelos y alfombras.
Nos tocó un guía bajito y muy simpático, con una acento fuerte pero al que nos acostumbramos rápidamente. Recorrimos una serie de salas y pasillos con gran decoración sobre las que el guía nos iba relatando historias.
El castillo fue la residencia de verano del primer Rey de Rumanía, Carlos I, de origen alemán, y la Reina Isabel de Wied (quien me pareció una mujer muy interesante). Se construyó entre 1873 y 1914 por parte de arquitectos austríacos y restaurado por el checo Karel Liman (el mismo que restauró el Castillo de Bran para la Reina María). Al parecer el Rey escogió Sinaia por su belleza y tranquilidad. Por cierto, fue el primer edificio de Rumanía en tener calefacción central, sistema eléctrico, aspirador central y ascensor.
La decoración interior es principalmente de estilo alemán neorrenacentista, con toques italianos y franceses de diversas épocas. Consta de más de 150 habitaciones y 30 baños. Alberga valiosas esculturas, pinturas, vidrieras, muebles, armas y un sinfín de objetos de gran valor. Es famoso por su variedad y talla de maderas, siendo uno de los monumentos más importantes del siglo XIX en Europa.
Vimos salas de armas, de reuniones, habitaciones y baños privados, una biblioteca, la sala de música, comedores, la sala mora, la sala turca, sala de conciertos, un gran espejo de 5 metros y otros venecianos espectaculares, etc. Además había una serie de pasillos secretos que unían estancias para que los reyes no fuesen vistos (por ejemplo el que hay en la biblioteca detrás de una estantería de libros, muy bien camuflada).
Tras la estupenda visita ya nos esperaban Daniel y Diana, con los que dimos una vuelta por los alrededores para ver el resto de construcciones, de menor tamaño pero muy bonitas igualmente. Tuvimos además la suerte de ver una pareja de novios haciendo fotos en este lugar tan idílico.
Volvimos al coche y nos dirigimos entonces hacia la famosa carretera de Transfăgărășan o Nacional 7C, a través de la cual pensábamos llegar a Sibiu y dormir allí en un apartamento que había reservado Daniel a través de Booking. Para ello tuvimos que volver hasta Bran, rodeando el Parque Natural de Bucegi, e ir hasta Curtea de Argeș para coger la carretera en dirección norte y luego continuar hasta Sibiu.
La ruta era larga así que paramos a comer algo por el camino, cuando nos dio el hambre, coincidiendo con una población llamada Campulung Muscel, antes de iniciar la Transfăgărășan. La ruta hasta allí fue preciosa, os pongo unas cuantas fotos.
Entramos en un restaurante llamado Yly en el que había unos expositores de platos preparados que a priori tenían buena pinta. Cogimos varias bebidas y para comer unas cuantas raciones para compartir entre los cuatro: salchichas con champiñones, muslo de pollo con patatas, ensalada griega, sopa de callos (plato tradicional que queríamos probar, pero no me gustó demasiado), ensalada de berenjenas, etc. La comida resultó estar bastante mala, en general, menos mal que sólo pagamos 63 Leu/13’5€ por todo…
La ruta hasta Sibiu atravesando la Transfăgărășan suponía una buena cantidad de kilómetros pero la ruta lo merecía, pues es conocida como una de las carreteras más espectaculares del mundo. Cuenta con unos 100 kilómetros de curvas que atraviesan los montes Făgăraș, de Pitești a Cârțișoara.
La carretera bordea el valle del río, alcanzando en su punto más alto los 2134 metros de altitud. El máximo de velocidad permitido son 40Km/hora, un reto para cualquiera que disfrute de la conducción.
Al parecer fue construida a finales del siglo XX, por orden de Ceaușescu, como acceso estratégico militar. No está abierta todo el año, depende de las condiciones climatológicas.
Pasamos una impresionante presa y a partir de ahí recorrimos la orilla del Lago Vidraru. Al rato tuvimos la grandísima suerte de que aparecieron en el borde de la carretera dos pequeños osos salvajes, que se acercaron curiosos al coche cuando Diana les tiró algo de comer. En cuanto se acercaron cerré la ventanilla corriendo, pues la boca y las pezuñas daban bastante miedo, podéis ver el vídeo aquí.
Por cierto, antes de ir habíamos visto el capítulo que el famoso programa de Top Gear rodó en esta carretera y que os recomiendo ver: los presentadores conduciendo un Aston Martin, un Ferrari y un Lamborghini por las curvas de la Transfăgărășan.
Llegamos a un punto en que la carretera se complicó puesto que estaba invadida por la nieve y tierra desplomada de la montaña así que no pudimos continuar, una pena. Aquí podéis ver los últimos minutos de la ruta antes de tener que dar la vuelta.
Tuvimos entonces que volver por la misma carretera, barajando la posibilidad de dormir por el camino o intentar llegar a Sibiu por la carretera paralela, lo cual suponía llegar bastante tarde. Pelayo, que era el que conducía, dijo que no le importaba ir hasta Sibiu así que continuamos el trayecto.
Al pasar por la presa paramos un rato, pues Daniel iba mareado, y además había salido el sol, por lo que aprovechamos para hacer unas cuantas fotos con mejor luz. Llegamos a Sibiu sobre las 22 horas, en donde ya nos esperaban los padres del dueño del apartamento que había reservado Daniel por 240 Leu/50€. Era una pareja mayor, muy agradable, incluso nos habían guardado una plaza de aparcamiento delante del edificio.
El edificio no tenía demasiada buena pinta por fuera pero el apartamento estaba muy bonito y nuevo. Había dos habitaciones, un baño, un aseo, un salón y una cocina.
Dejamos las maletas y buscamos un restaurante cerca para cenar, pues todos cerraban muy temprano. Escogimos uno que se llamaba Syndicat Gourmet, por las buenas críticas y la cercanía, llegando a las 23 horas.
Cuando entramos por la puerta no nos pusieron demasiada buena cara pero nos dejaron entrar. Esto fue lo que pedimos:
-Guiso de patatas con salchichas para Daniel: tenía muy pocas salchichas y no era nada del otro mundo
-Muslo de pollo para Pelayo y para mí, por recomendación de la camarera, acompañado de puré de patata y pepinillos. Estaba bueno pero sin más.
En cuanto al vino, la camarera nos hizo una buena recomendación:
–Cuvée Racoveanu Reserva 2013, vino tinto elaborado con Merlot y Cabernet Sauvignon por Corcova, DOC Mehedinți-Corcova. Valía 95 Leu/20€.
Pagamos 213 Leu/45€, lo que nos pareció una barbaridad para lo que habíamos comido, además de que la carta de vinos estaba bien inflada. No entendemos porqué este local tiene tan buenas críticas, yo no volvería.
Tras la cena volvimos al apartamento y, sentados en la cocina, charlamos y comimos chocolatinas del Lidl, además de acabarnos una botella de vino que nos había sobrado del día anterior.
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