DIA 10, MIÉRCOLES 26 OCTUBRE 2016
Hoy dejábamos Osaka para dirigirnos a la isla de Mijayima, teniendo que coger un tren a las 8:39 hasta Hiroshima y luego un barco. Nos levantamos a las 6:30, cerramos las maletas, hicimos el check out y nos dirigimos a la estación de JR (que nos salía gratis con el Japan Rail), pues hoy ya no nos funcionaba el OSAKA AMAZING PASS y por tanto tendríamos que pagar el billete de metro. Una vez allí cogimos la Loop Line hasta la Estación de Osaka, en donde tomamos un tren hasta la Estación de Shin-Osaka, que se encuentra en las afueras de la ciudad y en ella paran los shinkasen, como ya comenté.
Como llegamos con un poco de tiempo de antelación nos dio tiempo a cambiar el billete en la oficina verde (MIDORI NO MADOGUCHI) por el tren que salía antes del que habíamos reservado previamente, exactamente a las 8:14, con el fin de esperar menos y llegar un poquito antes a la isla. Aprovechamos para comprar algo para desayunar en un Seven Eleven de la Estación, antes de partir (sushi, tortilla dulce rellena de arroz, onigiris de arroz, bollitos dulces), lo que nos costó alrededor de 1100Y/10€.?????
Llegamos a HIROSHIMA sobre las 10 de la mañana y salimos de zona de Shinkasen de la estación para entrar en la de JR. Allí cogimos la línea SANYO hasta la parada de MIYAJIMADOUGUCHI, lo que nos llevó alrededor de 25 minutos. No os podréis equivocar con la dirección del tren, pues esta línea comienza en la propia estación de Hiroshima, así que todos los trenes de la línea salen sólo en un sentido.
Una vez en Miyajimadoguchi fue fácil encontrar el PUERTO donde teníamos que coger el barco que nos llevaría a la isla, pues sólo hay que salir recto y bajar una cuesta. Está bien indicado por lo que basta con seguir los carteles o a todos los turistas que se bajaron en la misma parada.
Una vez en el puerto, siguiendo a la gente, nos pusimos en la cola. Enseguida llegó el barco, que es bastante grande, por lo que no hubo problemas a la hora de subir todos los que esperábamos en tierra. Por cierto, el viaje está incluido dentro del Japan Rail Pass (ojo, aseguraros que cogéis el barco de la JR y no los privados, pues entonces os cobrarán). Los barcos salen cada 15 minutos, más o menos, así que si no hubiese plaza bastaría con esperar un poco al siguiente. La pena es que estaba lloviznando y el paisaje estaba muy gris por lo que las vistas desde el barco no fueron lo bonitas que esperábamos.
El barco llegó a la isla en un periquete, bajando todo el mundo ordenadamente. Una vez allí caminamos por el paseo que bordea el mar hasta nuestro hotel, llamado SAKURAYA, que estaba muy cerca del puerto. Resulta que la habitación no nos la daban hasta las 15 horas (cosa habitual en Japón) y todavía eran las 11, así que dejamos las maletas en recepción y nos fuimos a dar una vuelta.
La isla está llena de ciervos que andan sueltos, muy habituados a la gente, y a veces se acercan en busca de comida. Caminamos hasta el famoso TORI ROJO, pues ya habíamos comprobado que la marea baja ese día ocurría a las 12 de la mañana (hay webs en las que se pueden consultar los horarios de mareas) y pudimos acercarnos a pie por la playa para hacernos la típica foto. Tuvimos mala suerte porque resulta que estaban restaurando una parte del mismo y se veían los andamios…
A continuación caminamos hasta la parada de bus (gratuito) que va al teleférico. En la parada estaban los horarios del mismo pero si lo perdéis no os preocupéis, pues sólo hay que subir una cuesta a pie hasta la base del teleférico (es empinada pero no es muy larga, se puede hacer perfectamente a paso tranquilo, en caso de que no queráis esperar).
Una vez en las taquillas compramos dos tickets de ida (2x1000Y=2000Y/18€), pues la idea era subir en teleférico y bajar caminando por el bosque, que al parecer se trataba de una ruta bonita y fácil, al ser cuesta abajo. Una vez subidos a la cápsula, nos dimos cuenta de que en realidad el viaje consistía en dos viajes. Al bajar del primer tramo se observaba toda la ciudad de Hiroshima y sus bateas. Durante el segundo trayecto apenas pudimos ver nada, pues había mucha niebla.
Una vez en el punto más alto quisimos coger la ruta que pasa por el TEMPLO DAISHO-IN pero los carteles estaban en japonés, para variar, y no entendíamos nada. Pregunté a uno de los trabajadores del teleférico, que estaban en ese momento sentados fuera comiendo, valiéndome de alguna frase en japonés que había aprendido antes del viaje y creo que me entendió, el problema es que yo no comprendí nada de lo que respondieron. Mi cara debía de ser un poema porque se dieron cuenta enseguida y uno de ellos nos acompañó hasta el primer cruce de la ruta que teníamos que coger. Eso sí, el señor fue corriendo sin parar delante de nosotros entre 5-10 minutos, sin casi poder seguirlo, así que nos acabó dando la risa, lo que hacía más difícil continuar la ruta. Una vez en el punto nos indicó con la mano por dónde debíamos de seguir y se despidió. Le agradecimos amablemente el gesto en japonés macarrónico y volvió corriendo a su puesto de trabajo. Se me ocurre que el hombre salió corriendo a ritmo de final olímpica porque quizás el pobre tenía el tiempo justo para comer…
Visitamos el observatorio del MONTE MISEN, cuya subida es durilla (535 metros) pero merece la pena por las fantásticas vistas que hay. El observatorio consta de tres pisos y desde el de arriba se ven 360º, sin cristales. La pena fue que no estuviese totalmente despejado el día. El monte y el templo fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
A continuación continuamos la bajada hasta el puerto, lo que nos llevó alrededor de 2 horas. La ruta es preciosa, con un montón de pequeños altares, figuras de piedra, carteles, etc., os la recomiendo vivamente. Eso sí, yo la haría cuesta abajo como nosotros sin ninguna duda, pues el camino tiene bastante pendiente; de hecho la gente que nos cruzamos que iba en sentido contrario iban un pelín desencajados por el esfuerzo…
Llama la atención que a lo largo del trayecto hay numerosos carteles que advierten de la existencia de serpientes y avispas venenosas. Nosotros sólo vimos una avispa y escapamos de ella, menos mal que las serpientes debían de estar resguardadas.
Al llegar al templo DAISHO-IN Pelayo no tenía muchas ganas de entrar, alegando que todos los templos le parecían iguales. Yo me emperré en entrar, pues me pareció muy bonito desde fuera y la verdad es que fue todo un acierto. Es un recinto curioso, con diferentes construcciones, algunas en madera que son espectaculares, fuentes, estatuas, jardines, etc. Nos encantó y nos pareció distinto.
Después seguimos bajando hasta que llegamos al pueblo, concretamente a la calle comercial de OMOTESANDO, en donde vimos la famosa PALETA DE ARROZ GIGANTE. Está en un lateral, abierta al público, no hay que pagar entrada ni entrar en ningún local, os la encontraréis sin problemas si dais un paseo por esta calle.
No había más que tiendas que ofrecían a los turistas probar galletas con forma de arce de mil sabores y colores; probé una rellena de habas pero no me gustó demasiado, era muy blanda.
Como teníamos hambre entramos en un local de esta calle a comer algo llamado KURAWANKA. Era una barra con un teppanyaki en el que nos hicieron dos okonomiyakis al estilo de Hiroshima (con tallarines). Además pedimos las famosas ostras de la zona, acompañadas por una salsa ponzu, aunque por el sabor nos recordaron más a un mejillón que a una ostra. Pagamos por la comida y una cerveza grande 2760Y/25€.
Volvimos al hotel y pagamos la habitación, que ya estaba lista (112€). Estaba en la última planta pero el ascensor sólo llegaba hasta la penúltima así que tuvimos que subir las maletas a pulso un piso de escaleras (aquí por lo que he visto es raro que el personal del hotel lleve los bultos al cuarto).
La habitación era antigua pero bonita y más espaciosa que ninguna de las que habíamos visto en Japón hasta la fecha. Era de tatami, con dos futones, una mesa bajita, un par de sillas de té, TV, nevera, entrada y lavabo aparte del tatami, armario (y amplio, qué lujo), etc. En este caso el wáter estaba separado de la bañera. Nos gustó mucho pero habíamos contratado habitación con vistas (pagando el correspondiente plus) y apenas se veía nada porque sólo había una pequeña ventana lateral y además tenía barrotes. Si reserváis en este hotel yo cogería, si os dejan, las habitaciones de plantas inferiores, porque sí disponían de un amplio ventanal al fondo con unas preciosas vistas de la bahía (lo certifico porque las vimos abiertas cuando las estaban limpiando al día siguiente). Por lo que vimos en la web del hotel, las habitaciones se asignan según orden de llegada…
Dejamos las maletas, nos pusimos las yukatas que nos habían dejado en la habitación y nos fuimos a dar un baño al onsen del hotel, que está en el sótano. Al igual que en Osaka, había uno para cada sexo, así que nos separamos en la puerta. Había una bañera grande, cuatro duchas, vestuario, baño, tocador, báscula… Estuve un rato metida en la bañera y aproveché además para estirar un poco tras la caminata, para no tener molestias al día siguiente.
Luego volvimos al cuarto y bebimos un poco de sake sentados en la mesa de té, todo un lujo tener tanto espacio en la habitación. Sobre las 18 horas nos vestimos y salimos a dar una vuelta pero ya estaba prácticamente todo cerrado, pues los turistas estaban marchando de vuelta en los últimos barcos del día. De hecho el chico de recepción, en cuanto nos vio salir por la puerta, nos entregó un mapa con los locales que cerraban “tarde”. Fue una maravilla dar un paseo nocturno por las callejuelas de la isla, pues estábamos sólo nosotros y los ciervos, os lo recomiendo vivamente.
Finalmente cenamos en el único sitio que estaba abierto a las 20:30, llamado MAMETANUKI:
–Tempura de pulpo 870Y/8€ de primero para compartir
–Dos menús de 1400Y/13€ cada uno que llevaba: tempura de verdura, arroz, pescaditos enanos, verdura, algas con guisantes y zanahoria, sopa con udon y pasta de pescado
Bebimos agua, que era gratuita, porque si pedíamos alguna bebida con alcohol había que pagar un suplemento de 300Y por asiento… Finalmente pagamos 3670Y/33€, la comida estaba rica y el personal amable (de hecho había un encargado occidental anglófono que nos explicó cada parte del menú, una maravilla).
Volvimos al hotel dando un agradable y silencioso paseo, encontrándonos a numerosos ciervos durmiendo en cualquier esquina. La verdad es que Miyajima es un lugar cuanto menos curioso y muy pintoresco.
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