Nos levantamos a las 5:45 bajamos a desayunar (pan, mantequilla, mermelada, e infusiones varias, siendo bastante escaso). Al poco tiempo bajaron Borja y Bea y unos minutos después apareció Cleison, con quien arreglamos los últimos detalles para los días que nos quedaban de viaje. Además le pagamos los billetes de bus (de Arequipa a Nazca y de Paracas a Lima) que nos había comprado y el traslado del oasis de Huacachina a Paracas en coche privado (150 soles, demasiado, según nos enteramos después…). En total fueron 257 soles más por pareja. Además Borja le devolvió el dinero que le debía de la cena en la picantería de Cuzco.
En recepción pagamos la noche de hostal y la colada (90 soles+22 soles), partiendo a continuación junto con Cleison los 5 en un solo taxi, bastante apretados. Aquí tenéis la crítica en Tripadvisor del HOSTAL PAUCARTAMBO WASICHAY de Cuzco.
El taxi nos dejó delante de la empresa turística de buses que cubre la línea de Cuzco a Puno, WONDER PERÚ, pues habíamos reservado el viaje de Cuzco a Puno en un bus turístico que va parando en los sitios más importantes de la ruta y aunque era un poco más caro, así aprovechábamos, mejor que hacerla en un bus normal. Aquí os dejo fotos y la opinión que escribí en Tripadvisor sobre nuestra experiencia con esta empresa.
Nos despedimos de Cleison antes de subir al bus y el conductor arrancó al poco tiempo. El vehículo era muy nuevo y cómodo, disponiendo de azafata que servía bebidas calientes y/o frías tras cada parada. El guía se llamaba José y nos iba explicando durante todo el trayecto cosas muy interesantes sobre el país y los incas. Pasamos por varios caminos incas y es que según el guía hay más de 40.000 km repartidos por todo el imperio (que ocupaba territorios que hoy pertenecen a Ecuador, Brasil, Chile, Bolivia, Argentina y Perú). Todos conducían a la capital del imperio, Cuzco.
La primera parada fue en la Iglesia de SAN PEDRO DE ANDAHUAYLILLAS, a 42 km de Cuzco. Se la conoce como la Capilla Sixtina de América y es que es la más bonita de todas las iglesias que visitamos durante nuestra estancia en Perú; se trata de un templo andino, sencillo por fuera, y construido en un emplazamiento inca. Sin embargo por dentro la riqueza del templo es asombrosa, con muchísimas piezas de oro, tallas y frescos; apenas hay espacio vacío (incluso los bancos para sentarse están pintados). Se cree que data de finales del siglo XVI, estando los jesuitas a su cargo. Consta de una sola nave con capillas laterales y sus paredes son de barro. Los indígenas recién convertidos al cristianismo debían de alucinar al entrar en la iglesia…
El techo está completamente decorado con un artesonado de estilo mudéjar, con motivos florares y frutales, estando en el momento de nuestra visita en restauración, pero igualmente se podía apreciar una parte del mismo. En la contrapared de la entrada hay un fresco que muestra el infierno y el paraíso, para enesñar a los fieles qué les podía pasar con arreglo a su comportamiento durante la vida. Está realizado por un artista limeño llamado Luis de Riaño, y es de enorme belleza y fuerza, me encantó. A mí además me gustaron los frescos de varias santas, sobre todo una a la que le habían cortado los pechos (Santa Águeda) y otra que le habían arrancado los ojos (Santa Lucía). Aquí tenéis más fotos de esta joya.
Nos volvimos a subir al autobús y nos dejó, tras un breve trayecto, en RAQCHI, que posiblemente fue un tambo importante dentro del camino inca que iba a Cuzco. Allí se encuentra el TEMPLO DE WIRAQOCHA, una gran construcción rectangular de adobe que consta de dos pisos, 20 metros de altura y numerosas columnas. Este tipo de construcciones se llaman kallankas y aquí podéis ver más fotos del lugar.
El complejo arqueológico está dividido en Templo, plazas, colcas, depósito de agua, etc., todo ello rodeado por una muralla. El yacimiento data del siglo XV , sin embargo no sólo los incas habitaron este lugar, pues hay restos que datan desde el 200 a.C.. Al lado del templo, del que sólo quedan restos del muro central, existen más de 150 colcas (las únicas del Imperio con forma circular) colocadas en líneas paralelas que se utilizaron para guardar maíz, quínoa, papa, muña, pescado seco, carne seca de alpaca, etc. Al parecer sus muros de adobe contienen pelo de animal e hichu, una planta típica de la zona. y se cree que contaba con el mayor techo de paja del Imperio incaico. Por cierto, el yacimiento estaba ya a una altura de 3500 metros sobre el nivel del mar.
La siguiente parada fue en un restaurante tipo buffet para comer llamado CANCHIS 11. Todo lo que comimos estaba muy bueno y además se trataba de comida muy sana. Bea, como se encontraba mal, sólo tomó una sopa; Pelayo tenía gastroenteritis así que tampoco comió demasiado. Yo me encargué de comer por todos: sopa de quinoa, tequeños rellenos de queso, ceviche, causa limeña, pasta, lomo saltado, fruta y helado de fresa. Para beber tomé té de muña, que dicen que va bien para el mal de altura (tiene un aroma que recuerda a la menta).
Subimos al autobús y dormimos hasta la siguiente parada, LA RAYA, que se trata del punto más alto del trayecto, 4.335 metros. Marca además la frontera entre el departamento de Cuzco y el de Puno. Hicimos unas cuantas fotos, acosados por las señoras que venden la misma artesanía en todos sitios, y volvimos rápidamente al bus, pues hacía bastante frío.
Tras el Museo vimos el yacimiento, en donde se puede observar una zona de estructuras domésticas organizadas en recintos cerrados y dispersos por la terraza de la montaña, lo que hace sospechar la existencia de una jerarquía. Pudimos apreciar restos de varias construcciones de forma piramidal escalonada truncada, de carácter ceremonial, para las que se necesitaron gran cantidad de mano de obra, y además un sector de túmulos funerarios. Aquí podéis ver más fotos del lugar.
Pukara es también famoso por su alfarería, especialmente por los toritos. El origen de estas figuras proviene de una fiesta española en la que se pintaba un toro y se le echaba picante en la nariz. Pudimos ver figuras del torito por todas partes, con los ojos desorbitados por el escozor. Se dice que los toritos traen felicidad y protección para los que habitan en la casa, por eso se colocan en lo alto de las mismas.
Luego continuamos nuestro viaje pero como había huelga en Juliaca tuvimos que coger una ruta alternativa que estaba en gran parte sin asfaltar. Esto nos hizo retrasarnos dos horas sobre la llegada prevista. Como comimos sobre las 11 de la mañana íbamos muertos de hambre pero el conductor no quería parar… Al llegar a un pueblo el conductor metió la rueda en un agujero así que nos bajamos todos mientras lo ayudaba la gente de la localidad a sacarlo y yo aproveché para comprar algo en una tienda: pan dulce similar al que suelen desayunar aquí y una especie de macarrones duros y dulces que estaban buenísimos.
Finalmente llegamos a la Estación de Buses de PUNO sobre las 20:30. Aprovechamos para ir a la ventanilla de JULSA con el fin de comprar los billetes del domingo a Arequipa pero por culpa de la huelga sólo nos aseguraban el bus del sábado a las 22 h así que preferimos esperar a ver cómo evolucionaba la cosa.
Cogimos un taxi en la propia estación (6 soles) que nos dejó en el alojamiento que llevábamos reservado, el HOTEL HELENA INN. Os dejo aquí el enlace a la opinión que escribí sobre el mismo en Tripadvisor. Como Bea seguía con fiebre se quedó en el cuarto y Borja, Pelayo y yo salimos a cenar. Intentamos buscar una picantería que nos había recomendado Cleison pero no la encontramos. Preguntamos por la calle y alguien nos dijo que sólo abría al mediodía así que nos recomendaron otra que había muy cerca. Seguimos sus consejo y la verdad es que fue un acierto, pues era un local muy genuino, con comida casera, en el que sólo estaban la cocinera y sus hijos pequeños atendiendo a los 4 clientes que había.
Pedimos Sopa de quinoa de primero y Caucau de pollo con arroz de segundo (es una especie de guiso con verduras y patatas). De beber tomamos cerveza Cusqueña y mates de coca. Además Borja pidió un bistec empanado para llevárselo a Bea a la habitación que tenía muy buena pinta. En total pagamos 42 soles.
Volvimos caminando al hotel, que resulta que está justo al lado de la Plaza de Armas así que aprovechamos para hacer unas fotos. Al llegar visitamos a Bea, que no quiso comerse el filete porque no le apetecía. Nos despedimos de ellos, sin saber si vendrían al día siguiente al lago Titicaca y nos marchamos para nuestro cuarto a dormir. Eso sí, yo anulé en recepción la noche del sábado, sin tener ningún problema.
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